2022 NOVIEMBRE ADORACIÓN EUCARISTICA: EL BUSCADOR
Iniciamos esta adoración eucarística en
este día de la conmemoración de todos los fieles difuntos. Tú Señor nos
prometiste que quien creyera en ti tenía la vida eterna. Esto lo deseamos para
nuestros seres queridos difuntos, pero sobre todo queremos que nuestra vida sea
intensa ya desde ahora llena de posibilidades y plenitud. Oigamos esta historia
que nos hace pensar en lo que verdaderamente es importante, ser felices.
El
buscador: Esta es la
historia de un hombre que fue un gran buscador. Un buscador es alguien que
busca, no necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que,
necesariamente, sabe lo qué es lo que está buscando, es simplemente para quien
su vida es una búsqueda.
Un
día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había
aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar
desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de
marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes
de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la
atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,
pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla
pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
Sucumbió
ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador
traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que
estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se
posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos
eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras,
aquella inscripción: Abedul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una
piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad
estaba enterrado en ese lugar.
Mirando
a su alrededor, se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una
inscripción. Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses, y 3
semanas. El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar
era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las
lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida
exacto del muerto. Pero lo que le espantó fue comprobar que el que más tiempo había
vivido apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible se sentó y
se puso a llorar.
El
cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato
en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
-
No, ningún familiar - dijo el buscador- pero, ¿qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa
tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en
este lugar? El anciano sonrió y dijo: Puede Ud. serenarse. No hay una
maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando
un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo
aquí, colgando del cuello. Y en este cuaderno anota los momentos felices que
había vivido. El primer beso, el primer amor, una fiesta con sus amigos… Al
morir, se realizaba la suma y se ponía en la lápida de cada uno de ellos. Así,
se recordaba el tiempo que esas personas habían sido realmente felices. En este
pueblo pensamos que el tiempo intensamente disfrutado es el tiempo
verdaderamente vivido.
Y ahora nos toca reflexionar. Señor
ayúdanos a comprender y a reflexionar acerca de los momentos que nos han hecho
disfrutar y que tengamos siempre a mano nuestra libreta de minutos, de horas,
de días, de meses vividos intensamente. Apuntemos en ella los momentos felices,
los que nos han arrancado una sonrisa.
Señor esos momentos de intensa compañía,
de inmenso gozo en los que hemos participado con ilusión. Contigo nuestra vida
adquiere mayor sentido y mayor felicidad. Seguro que cada uno de nosotros tiene
muchos momentos vividos con felicidad y entusiasmo. Demos gracias al Señor por
ello y también demos gracias por las personas que lo hicieron posible, aunque
ya no estén con nosotros, sino que participan de la vida de Dios en el paraíso.
Seguro que encontramos mucho tiempo vivido. Y si no es así empecemos a disfrutar
viviendo cada momento, cada cosa por pequeña que sea. Amén
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