2023
AGOSTO ADORACIÓN EUCARISTICA.
EL
PÁJARO EN EL PANTANO
De nuevo contigo Jesús
sacramentado, estamos delante de ti para adorarte, para disfrutar de unos
momentos tu presencia silenciosa, pero que nos habla al corazón. Ese corazón
que todos tenemos tan machucado por el camino de la vida. No siempre es fácil
vivir, y no siempre es fácil aceptar las situaciones, condicionamientos,
obstáculos que la misma vida nos presenta. No nos podemos quedar estancados. Si
el ser humano se estanca muere, porque pierde toda ilusión y toda esperanza.
Escuchemos esta interesante historia.
El
pájaro en el pantano:
Un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio de un pantano se
había a acostumbrado a estar allí. Comía gusanos del fango, y se hallaba
siempre sucio por el pestilente lodo.
Sus
alas estaban inutilizadas por el peso de la mugre hasta que cierto día un
ventarrón destruyo su guarida, el árbol podrido fue tragado por el cieno y él
se dio cuenta de que iba a morir.
En
un deseo repentino de salvarse comenzó a aletear con fuerza para emprender el
vuelo; le costó mucho esfuerzo porque había olvidado como volar, pero enfrento
el dolor del entumecimiento hasta que logro levantar vuelo y cruzar el ancho
espacio llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso.
Cuantas veces nos sentimos
agobiador por las circunstancias, los problemas que nos rodean, la vida nos
resulta pesada y nos impide volar. Pero gracias a los problemas que nos
desinstalan se convierten como el ventarrón que ha destruido tu nido y te deja
con dos alternativas: Te esfuerzas por levantar el vuelo más alto o pereces.
Nunca es tarde para comenzar de
nuevo. No importa lo que se haya experimentado, no importa los errores que se
hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no
importa la edad. Lo importante es que Dios nos está dando una nueva oportunidad
para elevarnos a las alturas como el águila. No hay porque seguir en el lodo
del pantano.
¡No temamos! No estaremos solos,
Dios quiere ser nuestra ayuda contante e inseparable. Busquémoslo mientras
pueda ser hallado. No esperemos a mañana. Hoy es el día de salvación para
nosotros.
«Entrad
por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que
lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es
la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan.» Mt. 7:13-14
En su armoniosa y brutal
sabiduría, la naturaleza nos dotó dos maneras de reaccionar ante una situación
de peligro: luchar o huir. La respuesta es automática, generada por una de las
partes más primitivas del cerebro. El imperativo impreso en nuestra memoria
humana es la supervivencia, y esta se puede lograr venciendo la situación que
tenemos enfrente o saliendo del paso de la misma.
Observando la naturaleza podemos apreciar
las diversas repuestas en acción. Animales que se defienden con garras,
colmillos, tenazas y aguijones y otros que huyen, se esconden, trepan, vuelan o
se mimetizan. En algunas ocasiones, incluso aquellos dotados con herramientas
para atacar, emprenden la huida cuando se ven superados.
Cuando parece que las
adversidades nos vencen la única respuesta sensata es luchar, o dejarnos caer
en la apatía. Jesús nos enseña que debemos ser luchadores, perseverantes y
dominadores de nuestro entorno. Nada es imposible. Podemos con todo si
confiamos en él. Sólo hagámoslo.
Cierto, no siempre podemos enrollarnos
dentro de nuestro caparazón o hacernos el muerto. Muchas situaciones a las que
nos enfrentamos demandan que nos plantemos ante ellas y nos pongamos manos a la
obra. Es parte de la vida y del crecimiento como persona. Jesús ayúdanos. Amén.
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