2023 AÑO A ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA
Estamos en periodo
vacacional y el descanso, la playa, salir con la familia y los amigos como que
refresca el alma y podemos decir que nuestra vida tiene sabor a mar.
Cuando regresemos a la vida cotidiana, al trabajo,
al cansancio, a la contaminación urbana, tráfico, estrés, preocupaciones... entonces
podremos decir que la vida tiene sabor a
tierra, en el sentido más pobre del término a "polvo",
"fugacidad", "precariedad" y cotidianidad habitual.
Nosotros, la humanidad,
los hombres y mujeres de este particular periodo histórico, necesitamos más que
nunca saborear algo más; algo que no sepa siempre y únicamente a tierra;
necesitamos algo que nos recuerde que no estamos hechos sólo de tierra.
Nosotros también estamos hechos de cielo,
también necesitamos saborear algo que sepa a cielo, y esta Solemnidad de la
Asunción de la Virgen María nos lo recuerda. Porque celebrando a una Mujer, una
de nosotros, que después de saborear esta tierra terminó su existencia
saboreando el cielo. Y lo saboreó tanto que entró en él totalmente, en cuerpo y
alma, para siempre. Pero no entra en ella sólo para hacer la voluntad de Dios:
entra en el cielo para mostrarnos un camino, para trazarnos una senda, para
darnos un anticipo de esas cosas del cielo a las que estamos llamados y que ya
debemos empezar aquí a saborear, a gustar, sin indigestarnos antes de tiempo,
sino sintiendo ya una sensación de saciedad, como esos aperitivos -tan de moda
hoy- a veces más abundantes que las comidas que les siguen.
Empecemos por las
pequeñas cosas de cada día. Demos sabor de cielo a las cosas de la vida.
Dejemos de pensar, hablar y vivir como si todo terminara hoy, aquí, en la
tierra, y no tuviéramos un destino mayor esperándonos en el cielo.
- Ojalá María, Madre y
Puerta del Cielo nos enseñe a superar esas conversaciones hechas de tierra -o
más bien, a menudo, de auténtico barro-, y ayúdanos a hablar entre nosotros de
las cosas que saben a cielo.
- Enséñanos a levantar
la mirada de la tierra, a mirar los lugares donde nos encontramos y a discernir
su belleza, su sacralidad, su historia, su encanto, aprendiendo a respetar y
amar la creación.
- Enséñanos a leer las
cosas de la vida con los ojos llenos de cielo, y a descubrir en ellas palabras
de vida, más allá de la mucha o poca fe que impregne nuestras almas.
- Enséñanos a escuchar
palabras y sonidos que contengan verdaderos valores, que sepan levantarnos el
ánimo en lugar de rompernos los tímpanos, que nos hagan dar gracias a Dios por
tener todavía la capacidad de distinguir los ruidos de los sonidos.
- Enséñanos a hacer
gestos que tengan auténtico sabor a cielo, a entender que el mundo es más justo
si cada uno de nosotros empieza a hacer más justo su trocito de tierra. De ese
cielo que vive, en fragmentos, en el corazón de cada hombre y mujer y que tú,
Mujer y Madre, habitas y vives para siempre.
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