DES DEL CONVENT - HOJA PARROQUIAL
NOVIEMBRE 2023
2023 AÑO A
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS
SANTOS
La celebración de hoy
nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, a gozar un día
plenamente del cielo con esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar de
todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. Celebrar a todos los santos es un
motivo de esperanza y un estímulo para los que todavía estamos en camino hacia
el cielo.
El evangelio nos
presenta la vivencia de las bienaventuranzas como camino concreto de santidad.
Las bienaventuranzas no son un ideal difícil y mucho menos imposible, sino un
modo de vivir ya en este mundo según las pautas que nos marcó Jesucristo. Estas
bienaventuranzas evangélicas contrastan con las que propone el mundo: come,
bebe, diviértete, que la vida son dos días. En cierto modo, los cristianos
vamos a contracorriente.
Santos no son sólo los
que ya han llegado a la meta, sino también los que caminan hacia ella. Los que
todavía estamos en camino sabemos que aún no se ha manifestado lo que seremos,
pero ya somos hijos de Dios. Santos y pecadores, santos que están en camino,
santos necesitados de purificación. Un camino y una purificación que dura toda
la vida. La fiesta de hoy nos invita a mirar simultáneamente el pasado, el
presente y el futuro de nuestra vida como cristianos.
El pasado:
celebramos que en todo tiempo y lugar ha habido personas que han vivido el
Evangelio de Jesús. Nosotros, los que hoy estamos aquí en la Iglesia, somos los
herederos de largas historias de fidelidad. Ellos son un estímulo para nuestra
vida cristiana.
El presente:
Hoy estamos llamados a vivir la santidad. El Papa Francisco ha recordado con
énfasis y fuerza que para ser santos no hay que dejar las ocupaciones
ordinarias y retirarse a un monasterio alejado del mundo. Todos estamos
llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en
las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. Francisco lo ha
resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado.
El futuro,
La fiesta de hoy nos invita a mirar hacia la meta de nuestro camino como
cristianos, que es el cielo. En esta línea, la fiesta de hoy se relaciona con
la conmemoración de los fieles difuntos, que celebraremos mañana, pues los
santos y los fieles difuntos son aquellos que ya han alcanzado esos bienes
inefables que Dios tiene preparados para los que le aman.
En las bienaventuranzas
Jesús anuncia una propuesta de felicidad, que contrasta con las propuestas de
felicidad que ofrece el mundo, centradas en el poder, el sexo o lo riqueza.
Jesús proclama que la felicidad, la viven aquellos que son capaces de
compartir, que trabajan por la paz, que promueven la justicia, que actúan con
misericordia. Y termina diciéndonos que, si vivimos así, quizás seremos mal
vistos, insultados o perseguidos, pero añade que nuestra recompensa será grande
en el cielo.
En suma, santo es el
que ama, y que el sigue amando cuando su vida pasa por situaciones difíciles.
El santo ama hasta el final. Cree que existe otro mundo, pero no se despreocupa
del mundo presente. Al contrario, vive ya en el presente los valores del mundo
futuro.
¿CUÁL ES EL PRINCIPAL MANDAMIENTO,
JESÚS?
¿Amar, aun a riesgo de perder, o ser
amado, buscando mi egoísmo personal?
¿Amar, respetando y queriendo lo del
otro o, por el contrario, buscar un amor a la carta con contraprestaciones y con
diversos colores de placer?
Tengo, miedo, de no amar a Dios como
Tú lo amas.
De no servirle como Tú lo haces.
De no buscarle por los caminos, por los
que Tú me invitas a seguirte.
Digo amar a Dios…y me amo a mi mismo.
Digo entregarme a Dios…y me busco a
mí mismo.
Digo soñar con Dios…y pienso en mi
propio paraíso.
Ayúdame, Señor, a descubrirlo.
A que, lo único y trascendente, sea
brindar a Dios mi existencia y mi adoración, mis ilusiones y mis esperanzas, mi
compromiso y mis anhelos de fraternidad.
Ayúdame, Señor, a que tus
mandamientos sean los míos:
Que no sean sólo ley, sino
convencimiento.
Que no sean letra impresa, sino
corazón abierto.
Que te amé no por obligación y sí por
necesidad de Ti.
Y ahora, Señor, respóndeme lo que de
antemano ya sé:
El amor a Dios empuja a darse al
hermano y, en el hermano, es donde puedo también alcanzar el amor divino que
sale a mi encuentro.
¡Gracias, Señor!
2023
AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXX
En tiempos de Jesús había una multitud
de normas y preceptos que debían cumplir. Estos mandamientos no solo eran los
escritos en la Torá sino que existían muchas tradiciones que habían sido
impuestas por los fariseos. Con este panorama se entiende fácilmente que
cualquier judío piadoso sentía la necesidad de una síntesis para comprender y
vivir mejor su espiritualidad. Maestro, ¿Cuál es el mandamiento principal de la
ley? el gran mandamiento, el mandamiento-fuente, la ley que unifica y da
sentido a las demás. Pregunta seria, a la que Jesús responde, con un verbo: AMARÁS.
Amarás
a Dios con todo tu corazón, alma y mente; en el mundo bíblico
quieren significar la totalidad de la persona: con tu corazón de luz y también
con tu corazón de sombra; que cree y también que duda. Le amarás como puedas,
lo mejor que puedas, con lo que tengas, tal vez con la respiración
entrecortada. Pero con toda tu alma, con toda tu vida; con toda tu mente y tu
ser. No amar es sólo una muerte lenta. Muere lentamente quien no ama, quien no
tiembla por una persona. Amarás con todo.
Y
amarás al prójimo como a ti mismo. Si dejas que una
persona entre en tu vida, no podrás ser tacaño, serás generoso con los buenos
sentimientos. Lo nuevo de Jesús es la unificación de estos dos mandamientos. El
genio del cristianismo: "amarás al hombre" es similar a "amarás
a Dios". El prójimo es semejante a Dios; tiene rostro y voz, tiene corazón
y belleza, semejante a Dios.
El foco no está en el cumplimiento de
preceptos sino en el amor a Dios y al prójimo. Sin amor a Dios, el cumplimiento
de mandamientos y normas se vuelve inútil. El amor es el futuro del mundo, sin
amor no hay futuro: amaos los unos a los otros, de lo contrario os destruiréis.
Ese es todo el Evangelio. Debemos amar, para curar la vida y hacerla feliz,
porque la balanza en la que se pesa la dicha de esta vida es dar y recibir
amor.
La
grandeza de la vida tiene que ver con el amor. Dios tiene que
ver con el amor. El desamor es el único pecado que hace la tierra desierta y el
mañana impensable. Él vino a curar el corazón.
También nosotros hoy necesitamos hacer
una síntesis de nuestra fe para
comprender qué es lo más importante,
qué es lo esencial en nuestra vida
cristiana. Es un proceso necesario de maduración de la fe que, si no lo
hacemos, corremos el riesgo de perdernos en una serie de tradiciones,
mandamientos y reglas, que son secundarias.
Ahora
bien, ¿ cómo se concreta este mandamiento en nuestra vida cotidiana? ¿En qué se nota en nuestras vidas que “amamos
al Señor”? Hay un elemento clave: no
podemos desentendernos del otro: el semejante, el que está próximo a
nosotros, el vecino, pero también del que está más lejano; el forastero, el
extranjero, la viuda, el pobre y necesitado, el huérfano, etc. El amor a Dios
se refleja en el modo que amamos, cuidamos y nos preocupamos de los otros,
especialmente de los más pobres y necesitados.
2023 OCTUBRE ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
El hombre que se creía
muerto
Señor Jesús
reunidos ante tu altar y en adoración de tu santísimo cuerpo queremos depositar
en ti nuestra plena y total confianza de que tú siempre está con nosotros, que
nos acompañas y que velas por cada uno sin imponer nada, ni tus criterios ni tu
ley. Tú quieres unos seguidores llenos de vida y que vayamos a ti por amor,
porque te necesitamos y nos sentimos a gusto contigo. Tu nos empujas cada día
en todos los momentos y circunstancias a no decaer, a no dar nada por perdido,
a luchar siempre y continuamente por lo que verdaderamente vale la pena. Hasta
el último aliento hay vida y existe la posibilidad de ser feliz. Escuchemos
esta emocionante historia.
El hombre que se creía muerto: Había un señor muy aprensivo
respecto de sus propias enfermedades y, sobre todo, muy temeroso del día en que
le llegara la muerte. Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que
quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:
- Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?
La mujer rio y le dijo que se tocara las manos y los
pies. Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo. Si estuvieras
muerto, tus manos y tus pies estarían helados.
Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó.
Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a talar algunos árboles.
Cuando llegó al bosque se sacó los guantes y comenzó a cortas algún árbol. Sin
pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías.
Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y las
medias y confirmó con horror que sus pies también estaban helados. En ese
momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto.
- No es bueno que un muerto ande por ahí talando
árboles –se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto
en la tierra helado, las manos en cruz sobre el pecho y los ojos cerrados.
A poco de estar tirado en el suelo, una jauría de
perros salvajes comenzó a acercarse a las alforjas donde estaban las
provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron
todo lo que había de comestible.
El hombre pensó: Suerte que tienen que estoy muerto
que, si no, yo mismo los echaba a patadas.
La jauría siguió husmeando y descubrió el burro
atado a un árbol. Fácil presa era para los afilados dientes de los perros. El
burro chilló y coceó, pero el hombre sólo pensó qué lindo sería defenderlo, si
no fuera porque él estaba muerto. En algunos minutos dieron cuenta del burro,
sólo unos pocos perros seguían royendo algún hueso. La jauría, insaciable,
siguió rondando el lugar.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros
olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al leñador tirado inmóvil en
la tierra. Se acercó lentamente (muy lentamente, porque el hombre era muy
peligroso y engañador). En pocos instantes, todos los perros babeando sus
fauces rodearon al hombre.
- Ahora me van a comer –pensó—. Si no estuviera
muerto, otro gallo cantaría y otra sería la historia.
Los perros se acercaron...... y viendo su inacción
se lo comieron.
Cuantas veces
nos sucede los mismo que al señor del cuento. Este cuento es el perfecto
ejemplo de la desgana y la pérdida de motivación de una persona. El hombre del
cuento acepta sin más que está muerto, aunque no lo esté en realidad; se rinde
sin más ante algo que a él le puede parecer evidente a primera vista (su propia
muerte), pero que si pensase con más calma se daría cuenta que todo eso no era
posible, puesto que él estaba vivo; pero una vez se ha rendido no hace nada por
intentar salir adelante, sino que se resigna.
Señor Jesús te
pedimos la fuerza y la energía necesaria para no dejarnos arrastrar por la
resignación o por arrojar la toalla. Las dificultades pueden ser muchas en la
vida, pero tú nos garantizas tu presencia y contigo pueden ser superadas o al
menos aprendemos a convivir con ellas.
Busquemos la solución a los problemas y no nos rindamos enseguida
diciendo que no podemos hacer nada. Una pequeña gota en el océano es significativa
e importante y necesaria. No nos demos por vencidos ni aun vencidos. Amén
Señor
quiero amarte y darte a conocer, entregándome a los demás.
Aún
con dificultades, gastarme y desgastarme, para que tu nombre sea conocido, bendecido
y amado.
Buscar
siempre lo que te agrada, aquello que más quieres que yo haga.
Poder
decir a los hombres que Tú eres el Bien, que Tú eres la Vida y la Resurrección,
que
por Ti merece la pena darlo todo, incluso, después de todo, hasta la vida.
Entusiasmado
por Ti, Señor, llevaré tu Evangelio en mis manos, tus palabras en mi corazón, tu
Eucaristía en mi paladar, tu mirada en mis ojos.
Quiero,
con vocación y entrega, con verdad y lejos de la mentira,
Con
fuerza, luchando contra la debilidad, con valentía, frente a la persecución,
Con
constancia, frente al desencanto, ser pregonero de tu voluntad y ser fiel hasta
el final de mis días. Amén
2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXIX
Celebramos el DOMUND, la jornada mundial de oración
por los misioneros y misioneras y para aportar nuestra colaboración. El lema de
este año es “corazones ardientes pies en
camino”. Los misioneros cambian la vida de muchas personas en todo el
mundo. Hoy queremos ayudarles a seguir desarrollando su labor en las misiones.
Que importante es, en
este mundo que vivimos, ser personas cabales y sensatas, que podamos aportar un poco de humanidad a nuestra
sociedad y a nuestro mundo. Los misioneros cuando van a evangelizar, nunca van solos, sino que llevan
consigo toda una humanización de las culturas y sociedades diversas: la educación, la salud, el bienestar y la
defensa de los más débiles, sobre todo las mujeres, acompañan siempre el anuncio del Evangelio. Los disparates, las
guerras, las violencias no tienen cabida ni en nuestro cerebro ni en nuestro
corazón.
Hoy el evangelio nos
plantea una cuestión curiosa: Se acercan a Jesús y le hacen una pregunta perversa, de esas que suscitan
odio, que crean enemigos: ¿es lícito o no pagar impuestos a Roma? La trampa
está bien pensada: elige: ¡o con
nosotros o contra nosotros! ¿Pagar impuestos al imperio o no? Jesús
responde con un doble cambio de perspectiva.
El primer cambio de paradigma: sustituye el verbo pagar por el verbo devolver. Devolver, un imperativo fuerte, que implica
algo más que unas monedas, que debe configurar toda la vida: devolver, al César y a Dios, a la sociedad y a la
familia, a los demás y a la casa común, algo a cambio de lo que se ha recibido.
Todos estamos enredados
en un tejido de dones. La deuda de existir, la gran deuda de vivir sólo se paga
devolviendo tanto a la vida. Devolver al César. Pero, quién es el César? ¿El
Estado, el poder político, con su panteón de caras conocidas y no queridas? No, César indica mucho más que eso. El
César hoy, es la sociedad, el bien común:
la tierra, el aire, el agua, el clima y las
criaturas. El problema más grave del planeta. Hemos recibido mucho, ahora
no expoliemos, no envenenemos, no mutilemos a la madre tierra, cuidémosla.
El segundo cambio de paradigma: Dar
a Dios lo que es de Dios. Devuelve a Dios lo que es de Dios: de Dios es el hombre, está hecho a imagen y
semejanza de Dios desde el libro del génesis. Por tanto, el ser humano es el límite infranqueable:
no te pertenece, no lo violes, no lo humilles, no abuses de él, tiene al
Creador en su sangre y en su aliento. ¿Qué le devolveré a Dios? La respiración
con Él, el triple cuidado: de mí, del
mundo y de los demás.
El ideal educativo de
San juan Bosco era: “Buenos cristianos y
buenos ciudadanos”. Cristianos adultos en la fe formando parte y
contribuyendo a formar una sociedad de ciudadanos adultamente libres.
2023 OCTUBRE. MEDITACIÓN EUCARISTICA.
Cuidado con la basura
Como cada
tarde de los miércoles nos encontramos delante de ti Señor sacramentado para
pasar unos momentos en silencio y meditación. Estos momentos de silencio y
adoración nos ayudan a profundizar sobre nuestro yo, sobre nuestras
inquietudes, pero sobre todo para conocer cuál es tu voluntad sobre cada uno de
nosotros.
Queremos ser
conscientes de lo que somos y no queremos sentirnos influenciados por los
demás. Lo que viene de fuera no debe influir en nuestro interior y hacer que
cambiemos de carácter o que nos amarguemos. No podemos permitir que la
estupidez y la insensatez de otras personas cambien nuestro estado de ánimo.
Esta historia puede ayudarnos a reforzar nuestra capacidad de coherencia y a no
dejarnos arrastrar por el ambiente que nos rodea.
Cuidado con la basura: Hace varios años, un señor tomó
un taxi para ir al trabajo pues su coche estaba en el taller. El taxista era un
hombre de unos sesenta años, pelo blanco y un tanto grueso. En muy pocos
minutos estaban hablando de temas un tanto personales como si se conocieran de toda
la vida. De repente, sin saber cómo ni porqué otro automóvil se cruzó
bruscamente. El conductor del taxi, para no causar una tragedia, tuvo que dar
un volantazo y frenar súbitamente. Milagrosamente no ocurrió nada, pero el
conductor del vehículo que había cometido la imprudencia, se bajó muy nervioso
de su auto y comenzó a gritar e insultar al taxista.
El taxista, a pesar de lo injusto de la situación,
sonrió, levantó su mano y lo saludó muy amablemente diciéndole:
- ¡Lo siento! ¡Que Dios le bendiga y le conceda un
buen día!
Luego, sin
decir nada más, prosiguió la marcha.
Sorprendido por esta actitud, el cliente le preguntó:
¿Por qué le ha respondido así? ¡Esa persona por poco destruye su automóvil, y,
además, casi nos envía a los dos al hospital!
Entonces el taxista le dio una lección que jamás
olvidaría:
- Muchas personas son como el camión de la basura.
Están cargados de enojo, odio, frustración, resentimiento… y ante cualquier
situación aprovechan para descargarla.
Y el cliente le respondió:
- Pero, ¿por qué lo hacen en un momento como este?
¡Usted no le ofendió! ¡Fue totalmente su culpa! ¡Fue él quien se le echó
encima!
Y el taxista le dijo:
- Lo hacen a la primera oportunidad que tienen
porque necesitan eliminar de su interior toda la basura acumulada. Ya no hay
espacio para más.
Desde aquel día el señor que tomó el taxi nunca
volvió a permitir que los “camiones de basura”, tomen el control de sus sentimientos
y mucho menos de sus reacciones. Aprendió, que sonreír a los insatisfechos,
malhumorados y frustrados era la mejor medicina, pues ellos aprendían con su
ejemplo; y él, no perdía su paz.
Señor Jesús
cuántas veces y en tantas ocasiones parecidas perdemos los nervios y nos
ponemos a la misma altura de aquel que nos ofende. Enséñanos a ser como tú,
mansos y humildes de corazón. Que predomine siempre en nosotros una visión
positiva de la vida y seamos comprensivos con todos los que nos ofenden, porque
tienen que descargar y no encuentra ocasión. Estos momentos de adoración nos
ayudan a relajar el ánimo y saber desprendernos de momentos de rabia y estrés
acumulados. Aprendamos del taxista; es una lección sencilla pero que exige
mucho autodominio y todavía más, mucha caridad cristiana.
Cuántas veces
hemos oído estas palabras de San Pablo “La
caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con
soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma
en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad;
todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13,
4-7).
Ojalá que algún
día sean también nuestras. Amén
¿DONDE COMPRO TU TRAJE DE FIESTA?
Si me asomo
al escaparate del consumismo, me convertiré en objeto.
Si me
adelanto al mundo de la moda alguien se encargará de poner un precio.
Si miro al
mundo, corro el riesgo de hacerme con algo efímero.
Si miro al
cielo, siento que es un vestido que me viene grande.
Dime, Señor,
dónde y cómo.
Dime, Señor,
a qué precio.
Dime, Señor,
si todavía estoy a tiempo de que, tus sastres, me lo hagan a la medida de mis
posibilidades.
Un traje con
el tono de la esperanza.
Un vestido adornado por la caridad sin límites.
Una vestidura
que sea tan larga, como tu mano prodigiosa, Señor.
Un ropaje que
irradie la alegría que, por arriba y por abajo, desgrana el Evangelio.
Una prenda,
mi Señor, que me recuerde constantemente lo mucho que me quieres.
Señor, si me
invitas a tu banquete no puedo acudir como el mundo me incita.
¿Dónde y cómo
comprar un traje para tu fiesta?
Tu voz, tu
Palabra, tus sacramentos, la oración, la caridad y la justicia, el amor y el
perdón, la paz y la reconciliación… son las pistas que Tú me das para encontrar
un vestido nuevo, un traje perfecto para la fiesta de tu amor.
Amén.
2023 AÑO A TIEMPO ORDINARIO XXVIII
Una vez más se nos brinda
una parábola sorprendente y que da un giro inesperado y nos deja pensando. Es
la de los invitados a la boda que ponen excusas para no ir, incluso con malas
formas. Esto es fácil de entender, pero lo que resulta chocante es que el
anfitrión salga a los caminos para llenar el vacío de los invitados descorteses
y cuando se llena la sala del banquete, se fija en uno que no lleva traje de
boda y lo echa de allí. La invitación al banquete del reino es para todos, pero
hay que esforzarse para vestir un traje de fiesta, los que no visten traje de
fiesta son esos cristianos hipócritas que se apuntan a lo bueno, a los
privilegios de la religión (esa es la boda) pero no quieren vivir de acuerdo
con el evangelio (ese es el buen traje).
La parábola cuenta la
fiesta muy importante porque se casa el hijo del rey. La religión respira el
aire de la fiesta, se basa en el don. El relato se mueve en torno a tres
imágenes: una sala vacía; la búsqueda por las calles de convidados; un vestido
equivocado. Empieza bien, pero pronto se desvía hacia la tristeza.
- La sala vacía certifica un
fracaso, como en algunas de nuestras iglesias tristes y semivacías, con
el pan y el vino que nadie quiere, nadie busca, nadie saborea; con nuestra apatía
sobre la Palabra.
- Y luego la sorpresa: el rechazo
no revoca el don. Si los corazones y las casas de los invitados se
cierran, el Señor abre encuentros en otros lugares. Como dio la viña a otros
labradores, en la parábola del domingo pasado, así dará el banquete a otros
hambrientos. Los sirvientes son enviados en un orden ilógico y fabuloso: a
todos los que encuentres, llámalos a la boda. A todos, sin distinción de
méritos o formalidades. Qué hermosa idea de ese Dios que, rechazado, en lugar
de rebajar las expectativas, las eleva: ¡llamas a todos! Se abre, se ensancha,
va más allá, tiene tanta alegría que dar. Que entren todos, malos y buenos. Y
nosotros que pensábamos que al lado de Dios sólo había sitio para los buenos, los
mejores; en cambio "¡la sala se llenó!" y no sólo de
gente buena...
- Cuando el rey
desciende a la multitud festiva de la sala, me gusta la imagen de un Dios que
entra en el corazón de la vida. Pensamos en él como distante, separado, sentado
en su trono de juicio, pero en cambio está dentro de esta sala del mundo,
dentro de la vida, aquí con nosotros, como alguien que se preocupa por la
alegría, y la cuida. Ha invitado a mendigos y pilluelos, y se sorprende de que
uno vaya mal vestido. Pero no por lo que lleva en la piel, sino por lo que
viste su alma. El hombre "sin traje
de fiesta" es expulsado no porque sea peor que los demás, sino porque
está apagado por dentro, sin fiesta en el corazón.
Escuchar esta parábola
produce una punzada en el estómago: todavía hay tan pocos cristianos que
escuchen a Dios como un vino de alegría, una flauta del más allá. Tan pocos son
aquellos para quienes creer es una fiesta, una belleza de vivir, un capital de
fuerza y sonrisas.
2023
OCTUBRE. ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
LA
PESTE
Aquí estamos de nuevo Señor Jesús
cerca de ti para descansar y reponer nuestras fuerzas. Pero hoy sobre todo
queremos que nos contagies tu alegría, tu ilusión. Tantas veces nos atenazan
los miedos y nos quedamos paralizados. Danos tú la fuerza y ayúdanos a vivir
siendo hombres y mujeres de ilusión y de esperanza. Oigamos esta historia.
La
peste: Una
caravana de mercaderes y peregrinos atravesaban lentamente el desierto. De
pronto, a lo lejos, apareció un veloz jinete que surcaba las arenas como si su
caballo llevara alas.
Cuando
aquel extraño jinete se acercó, todos los miembros de la caravana pudieron
contemplar, con horror, su esquelética figura que apenas si se detuvo junto a
ellos. Tras una breve conversación lo comprendieron todo.
Era
la Peste que se dirigía a Damasco, ansiosa de segar vidas y sembrar la muerte.
-
¿Adónde vas tan deprisa? le preguntó el jefe.
-
A Damasco. Allí pienso cobrarme un millar de vidas.
Y
antes de que los mercaderes pudieran reaccionar, ya estaba cabalgando de nuevo.
Le siguieron con la vista hasta que sólo fue un punto perdido entre la
inmensidad de las dunas.
Semanas
después la caravana llegó a Damasco. Tan sólo encontró tristeza, lamentos y
desolación. La Peste se había cobrado cerca de 50.000 vidas. En todas las casas
había algún muerto que llorar, niños y ancianos, muchachas, jóvenes...
El
jefe de la caravana se llenó de rabia e impotencia. La Peste le había dicho que
iba a cobrarse un millar de vidas... sin embargo había causado una gran
mortandad.
Cuando
tiempo después, dirigiendo otra caravana por el desierto, el jefe volvió a
encontrarse con la Peste, le dijo con actitud de reproche:
-
Ya sé que en Damasco te cobraste 50.000 vidas, no el millar que me habías
dicho. No sólo causas la muerte, sino que además tus palabras están llenas de
falsedad.
-
No, respondió la Peste con energía, yo siempre soy fiel a mi palabra. Yo sólo
acabé con mil vidas. El resto se las llevó el Miedo.
El miedo tiene dos vertientes:
nos puede proteger de un peligro o bien causar un daño mayor. Lo importante es
saber dónde está el límite y conseguir templar los nervios en caso necesario.
El miedo puede ser muy
destructivo: en esta historia, el mal mayor no fue la enfermedad que acabó con
la vida de tantas personas, sino el miedo, que hizo que el resto enfermera y
creyera tener también la peste, hasta el punto de morir también. Y es que el
miedo puede llegar a ser mucho más destructivo que aquello que nos infunde
tanto temor.
Señor Jesús ayúdanos a controlar
y a dominar nuestros miedos y ansiedades. Para lograr controlar el miedo que
nos hace daño, debemos templar los nervios e intentar rescatar al sentido común
de aquel lugar en donde le hemos escondido. La razón es la única capaz de
controlar el miedo. En situaciones de miedo paralizante, la única solución es
intentar recuperar la calma y dejar a la razón que piense… ¿de verdad esto me
va a poder? ¿de verdad es tan peligroso? ¿Cómo puedo superarlo?
Tú sabes Señor que el miedo es
una emoción muy común entre todas las personas, sin importar la edad ni la
condición. Es una emoción básica que todos los humanos sufrimos. El miedo puede
hacer empeorar una situación que podría haber estado controlada desde un
principio de haber utilizado la calma y el sentido común.
A veces los miedos más poderosos
no son aquellos más lógicos, aquello que podemos ver o imaginar… un fantasma,
una bruja… sabemos que son irreales y no les tenemos miedo. Pero aquello que no
podemos controlar, que no podemos ver y que nos provocan una emoción
desconocida, aquello, sí nos produce verdaderamente un miedo atroz. Te pedimos
tu luz y tu sosiego y calma para poder controlar nuestros miedos y ansiedades y
que sólo tu ilumines nuestro corazón y los llenes de bondad y sabiduría. Amén.