martes, 31 de octubre de 2023


 

2023 AÑO A 

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 

La celebración de hoy nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, a gozar un día plenamente del cielo con esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas. Celebrar a todos los santos es un motivo de esperanza y un estímulo para los que todavía estamos en camino hacia el cielo.

El evangelio nos presenta la vivencia de las bienaventuranzas como camino concreto de santidad. Las bienaventuranzas no son un ideal difícil y mucho menos imposible, sino un modo de vivir ya en este mundo según las pautas que nos marcó Jesucristo. Estas bienaventuranzas evangélicas contrastan con las que propone el mundo: come, bebe, diviértete, que la vida son dos días. En cierto modo, los cristianos vamos a contracorriente.

Santos no son sólo los que ya han llegado a la meta, sino también los que caminan hacia ella. Los que todavía estamos en camino sabemos que aún no se ha manifestado lo que seremos, pero ya somos hijos de Dios. Santos y pecadores, santos que están en camino, santos necesitados de purificación. Un camino y una purificación que dura toda la vida. La fiesta de hoy nos invita a mirar simultáneamente el pasado, el presente y el futuro de nuestra vida como cristianos.

El pasado: celebramos que en todo tiempo y lugar ha habido personas que han vivido el Evangelio de Jesús. Nosotros, los que hoy estamos aquí en la Iglesia, somos los herederos de largas historias de fidelidad. Ellos son un estímulo para nuestra vida cristiana.

El presente: Hoy estamos llamados a vivir la santidad. El Papa Francisco ha recordado con énfasis y fuerza que para ser santos no hay que dejar las ocupaciones ordinarias y retirarse a un monasterio alejado del mundo. Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. Francisco lo ha resumido con una de sus acertadas frases: los santos de la puerta de al lado.

El futuro, La fiesta de hoy nos invita a mirar hacia la meta de nuestro camino como cristianos, que es el cielo. En esta línea, la fiesta de hoy se relaciona con la conmemoración de los fieles difuntos, que celebraremos mañana, pues los santos y los fieles difuntos son aquellos que ya han alcanzado esos bienes inefables que Dios tiene preparados para los que le aman.

En las bienaventuranzas Jesús anuncia una propuesta de felicidad, que contrasta con las propuestas de felicidad que ofrece el mundo, centradas en el poder, el sexo o lo riqueza. Jesús proclama que la felicidad, la viven aquellos que son capaces de compartir, que trabajan por la paz, que promueven la justicia, que actúan con misericordia. Y termina diciéndonos que, si vivimos así, quizás seremos mal vistos, insultados o perseguidos, pero añade que nuestra recompensa será grande en el cielo.

En suma, santo es el que ama, y que el sigue amando cuando su vida pasa por situaciones difíciles. El santo ama hasta el final. Cree que existe otro mundo, pero no se despreocupa del mundo presente. Al contrario, vive ya en el presente los valores del mundo futuro.

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