2023 OCTUBRE ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
El hombre que se creía
muerto
Señor Jesús
reunidos ante tu altar y en adoración de tu santísimo cuerpo queremos depositar
en ti nuestra plena y total confianza de que tú siempre está con nosotros, que
nos acompañas y que velas por cada uno sin imponer nada, ni tus criterios ni tu
ley. Tú quieres unos seguidores llenos de vida y que vayamos a ti por amor,
porque te necesitamos y nos sentimos a gusto contigo. Tu nos empujas cada día
en todos los momentos y circunstancias a no decaer, a no dar nada por perdido,
a luchar siempre y continuamente por lo que verdaderamente vale la pena. Hasta
el último aliento hay vida y existe la posibilidad de ser feliz. Escuchemos
esta emocionante historia.
El hombre que se creía muerto: Había un señor muy aprensivo
respecto de sus propias enfermedades y, sobre todo, muy temeroso del día en que
le llegara la muerte. Un día, entre tantas ideas locas, se le ocurrió que
quizás él ya estaba muerto. Entonces le preguntó a su mujer:
- Dime mujer, ¿no estaré muerto yo?
La mujer rio y le dijo que se tocara las manos y los
pies. Ves, ¡están tibios! Bien, eso quiere decir que estás vivo. Si estuvieras
muerto, tus manos y tus pies estarían helados.
Al hombre le sonó muy razonable la respuesta y se tranquilizó.
Pocas semanas después, el hombre salió bajo la nieve a talar algunos árboles.
Cuando llegó al bosque se sacó los guantes y comenzó a cortas algún árbol. Sin
pensarlo, se pasó la mano por la frente y notó que sus manos estaban frías.
Acordándose de lo que le había dicho su esposa, se quitó los zapatos y las
medias y confirmó con horror que sus pies también estaban helados. En ese
momento ya no le quedó ninguna duda, se “dio cuenta” de que estaba muerto.
- No es bueno que un muerto ande por ahí talando
árboles –se dijo. Así que dejó el hacha al lado de su mula y se tendió quieto
en la tierra helado, las manos en cruz sobre el pecho y los ojos cerrados.
A poco de estar tirado en el suelo, una jauría de
perros salvajes comenzó a acercarse a las alforjas donde estaban las
provisiones. Al ver que nada los paraba, destrozaron las alforjas y devoraron
todo lo que había de comestible.
El hombre pensó: Suerte que tienen que estoy muerto
que, si no, yo mismo los echaba a patadas.
La jauría siguió husmeando y descubrió el burro
atado a un árbol. Fácil presa era para los afilados dientes de los perros. El
burro chilló y coceó, pero el hombre sólo pensó qué lindo sería defenderlo, si
no fuera porque él estaba muerto. En algunos minutos dieron cuenta del burro,
sólo unos pocos perros seguían royendo algún hueso. La jauría, insaciable,
siguió rondando el lugar.
No pasó mucho tiempo hasta que uno de los perros
olió el olor del hombre. Miró a su alrededor y vio al leñador tirado inmóvil en
la tierra. Se acercó lentamente (muy lentamente, porque el hombre era muy
peligroso y engañador). En pocos instantes, todos los perros babeando sus
fauces rodearon al hombre.
- Ahora me van a comer –pensó—. Si no estuviera
muerto, otro gallo cantaría y otra sería la historia.
Los perros se acercaron...... y viendo su inacción
se lo comieron.
Cuantas veces
nos sucede los mismo que al señor del cuento. Este cuento es el perfecto
ejemplo de la desgana y la pérdida de motivación de una persona. El hombre del
cuento acepta sin más que está muerto, aunque no lo esté en realidad; se rinde
sin más ante algo que a él le puede parecer evidente a primera vista (su propia
muerte), pero que si pensase con más calma se daría cuenta que todo eso no era
posible, puesto que él estaba vivo; pero una vez se ha rendido no hace nada por
intentar salir adelante, sino que se resigna.
Señor Jesús te
pedimos la fuerza y la energía necesaria para no dejarnos arrastrar por la
resignación o por arrojar la toalla. Las dificultades pueden ser muchas en la
vida, pero tú nos garantizas tu presencia y contigo pueden ser superadas o al
menos aprendemos a convivir con ellas.
Busquemos la solución a los problemas y no nos rindamos enseguida
diciendo que no podemos hacer nada. Una pequeña gota en el océano es significativa
e importante y necesaria. No nos demos por vencidos ni aun vencidos. Amén
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