2023 OCTUBRE. ADORACIÓN
EUCARÍSTICA.
EL LADRÓN DE SUEÑOS
Señor Jesús
contigo queremos soñar que la vida puede ser distinta y que algún día lo que
soñamos pueda ser realidad.
El Ladrón de sueños: Esta es la historia de Kichwa, un niño indio de 11
años que vivía en las montañas de Ecuador. Su familia era muy pobre. Vivía en
una choza hecha de adobe y con techo de cañas y barro. Su padre cultivaba
alrededor de la misma, algo de maíz y trigo; y criaba gallinas y conejos; no
tanto para el consumo propio sino para la venta en el mercado semanal del
pueblo.
Todas las mañanas, poco antes de que saliera el sol,
Kichwa, cogía su hatillo con los libros, cuaderno y lápiz y se dirigía desde su
choza hasta la escuela de Tambo, distante unos seis kilómetros. Estando Kichwa
un día en la escuela, le asignaron la tarea de escribir un ensayo sobre lo que
le gustaría ser de mayor.
Esa misma tarde, cuando regresó a su hogar, y
habiendo recogido a todos los animales dentro de la choza antes de que se
hiciera de noche, escribió un ensayo de tres páginas y media, describiendo su
sueño: ser dueño de unas caballerizas para criar sus propios caballos.
Todo lo escribía con gran cuidado y detalle.
Inclusive dibujó los planos de la tierra y la casa que soñaba tener. Al día
siguiente se lo entregó a su maestro; y dos días después, éste se lo devolvió
calificado. El maestro había escrito una nota en la parte superior del ensayo
en letras grandes y rojas: Ven a verme después de clase. Y junto a esa nota, un
3 de calificación.
Cuando sonó la campana, Kichwa se quedó esperando a
que el último alumno saliera del aula y fue a ver al maestro: ¿Por qué me puso
una nota tan baja?
El maestro respondió: Tu ensayo describe un futuro
muy irreal para un niño como tú que no tiene dinero y su familia es muy pobre.
¡No tienes ni siquiera suficiente dinero para comprar tu propio establo! ¡No
hay forma de que pudieras lograr eso! Si tú vuelves a escribir el ensayo con un
objetivo más realista yo reconsideraré tu calificación.
Un tanto triste y apenado, nuestro niño se volvió a
su casa. En el camino, mientras que llegaba a su hogar, no paraba de pensar
cómo podía arreglar su redacción. Llegado a su choza, echó de comer a las
gallinas y cepilló el caballo, pero nada se le ocurría. Finalmente, después de
una semana de reconsiderarlo profundamente, el niño entregó el mismo ensayo,
sin ningún cambio y le dijo a su maestro: ¡Lo siento! ¡Usted puede mantener su
calificación; yo voy a mantener mi sueño!
Los años pasaron rápidamente y nuestro Kichwa se
hizo hombre.
Después de micho tiempo el maestro, estando ya punto
de retirarse, llevó a un grupo de niños a visitar un gran rancho a unos ocho o
nueve kilómetros del Tambo. Le habían hablado de que allí había un famoso
criador de caballos con los ejemplares más espectaculares del país. El capataz
de la finca se hizo cargo del maestro y del grupo de niños y les fue enseñando
las maravillosas.
En un determinado momento el dueño se hizo presente.
El capataz presentó al maestro y a los niños al dueño: Señor Kichwa, le presento
aquí a los niños del colegio de Tambo. El maestro, al oír ese nombre tan
peculiar, le trajo a su memoria la historia de un alumno con el mismo nombre
que soñaba con tener sus propias caballerizas y criar sus propios caballos. ¿No
será usted Kichwa el niño que venía a mi escuela hace ya muchos años?
- Así es, señor maestro. Y acordándose perfectamente
del 3 que le había puesto en la redacción, le dijo: Cuando yo era tu profesor,
hace mucho tiempo, era como un ladrón de sueños. Por muchos años, yo robé los sueños
de los niños. Afortunadamente, tú fuiste lo suficientemente tenaz para
conseguirlo.
Señor Jesús en
el transcurso de nuestras vidas habrá verdaderos “maestros” que respeten
nuestros sueños y nos enseñen el camino para alcanzarlos; pero junto a ellos,
también encontraremos a muchos otros que, no creyendo en nosotros, pretenderán
robarnos nuestros ideales y enseñarnos caminos más “realistas” pero menos
“maravillosos”. Te pedimos que nos hagas conscientes que en el fondo, los
sueños los pone Dios. Él nos conoce muy bien, y al mismo tiempo nos da los
talentos suficientes para que con su ayuda y nuestro esfuerzo, se puedan hacer
un día realidad.
Recordemos
esta historia cuando alguien quiera destruir los nuestros sueños. Amén.
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