2024
CICLO B TIEMPO ORDINARIO XV
Las palabras de Jesús, al enviar a sus
discípulos sin pan ni alforja, sin dinero ni túnica de repuesto, insisten más
bien en caminar pobremente, con libertad, ligereza y disponibilidad
total.
Lo importante no es un equipamiento que
nos dé seguridad, sino la fuerza misma del evangelio vivido con sinceridad,
pues el evangelio penetra en la sociedad no tanto a través de medios eficaces
de propaganda, sino por medio de testigos que viven fielmente el seguimiento a
Jesucristo.
Jesús les pide que vayan de dos en dos
y que caminen desprovistos de todo aquello que les pueda despistar de
cumplir fielmente su misión. Si nos fijamos con detenimiento vemos que todas
tienen algo en común que es que lo fundamental es la transmisión del mensaje, y
para ello tienen que estar centrados en esa tarea. Por eso todas las
instrucciones que han recibido se podrían resumir en una: deben ir
despegados de las falsas seguridades. Los enviados que confíen más en su
propio equipaje que en la fuerza del mensaje a comunicar, perderán su
credibilidad.
Lo
central es el mensaje a transmitir por eso, que nada ni nadie les debe detener
a la hora de enseñar ese mensaje y que, si para ello es necesario que se
desprendan de las cosas materiales, tienen que hacerlo. Que no se aten a nada
ni a nadie. Que sólo vayan con lo imprescindible.
A
nosotros nos parece lo más normal que la Iglesia este provista de medios
materiales para el mejor anuncio. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus
discípulos, no piensa en lo que han de llevar consigo, sino en lo que no han
de llevar. La intención original de Jesús fue clara. Jesús necesita
de gente sencilla, que sepa vivir con pocas cosas y que lo único
que busquen es una sociedad más justa e igualitaria. Una sociedad
de hombres y mujeres cristianos que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes
capaces de mostrar que la felicidad no está en acumular bienes.
Nuestra
misión no depende de si nos escuchan o no, ni de si nos reciben o no. Jesús nos
envía a predicar, pero eso no significa que vayamos a tener éxito en esa
misión, como decía la madre Teresa de Calcuta. “Dios no nos llama a tener
éxito, Él nos llama a ser fieles”. Tristemente, muchas veces, nos privamos
de hacer el bien porque los demás no nos agradecen, o no valoran nuestro trabajo,
ni recogemos lo que sembramos; muchas veces evitamos ayudar a alguien porque
hemos recibido alguna ofensa de él o alguna crítica, o han hablado mal de
nosotros…
Al
final del evangelio, Jesús dice a sus discípulos que cuando se vayan de donde
han estado, si no les han recibido, que sacudan el polvo de los pies. Es
decir, que esas decepciones, que esos fracasos, no se vayan
acumulando en nuestros corazones, porque a veces, cuando no obtenemos el
éxito que esperábamos, esas decepciones, esos fracasos nos entristecen, nos
deprimen y tenemos la tentación de abandonar, de tirar la toalla.
Jesús nos dice que nos sacudamos el polvo, pero que sigamos adelante,
que sigamos evangelizando, que sigamos tocando puertas, porque el que
quiera abrir, abrirá, el que quiera escuchar, escuchará.
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