sábado, 20 de julio de 2024


 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XVI

 

Queridos hermanos las lecturas que hemos escuchado, son suficientemente sugerentes para que podamos reflexionar un poco sobre ellas, y después llevarlas a la vida, a lo que hacemos todos los días, en nuestras relaciones con los demás, o cuando tengamos que tomar alguna decisión importante. Porque lo que escuchamos en la Iglesia, en la celebración, después debe repercutir en mi vida, debo intentar hacerlo realidad en mi trabajo, en mis relaciones con los vecinos, cuando voy de compras, o ahora en este tiempo de verano en mi tiempo descanso. La fe es algo que tiene que ir más allá de las celebraciones litúrgicas, y debe manifestarse en lo que somos y hacemos.

El profeta Jeremías se muestra muy duro con los pastores que no saben cuidar las ovejas, y que las dispersan. Era una llamada a la reflexión, en tiempos difíciles para Israel, y para nosotros hoy. Es una llamada seria para aquellos que tienen que ser testigos de una forma especial, los que se comprometieron a ser la voz del Señor y no lo hacen.

El evangelio de hoy se sitúa una vez que los discípulos han vuelto de la misión a la que los envió Jesús de dos en dos como escuchamos el domingo pasado. Jesús se los quiere llevar a un sitio tranquilo, para que descansen. Personalmente me llena el alma de alegría al escuchar la invitación de Jesús: Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco. Necesitamos ese descanso que nos ayude a liberarnos de la tensión, el desgaste y la fatiga acumulada a lo largo de los días.

Muchas veces corremos el riesgo de olvidar el valor último de la vida para ahogarnos en el activismo, el trabajo y la producción. Tenemos la impresión de que la vida se nos escapa tristemente de entre las manos. Por eso el descanso no puede ser solo la pausa necesaria para reponer nuestras energías agotadas o la válvula de escape que nos libera de las tensiones acumuladas, para volver con nuevas fuerzas al trabajo de siempre. El descanso nos tendría que ayudar a regenerar todo nuestro ser descubriéndonos dimensiones nuevas de nuestra existencia.

Al llegar a ese sitio tranquilo se encontraron que grandes cantidades de gente, incluso han llegado gentes de otras aldeas. Entonces Jesús improvisa y cambia el programa que había preparado, y se pone a enseñarles con calma. Es la calma del pastor que quiere a sus ovejas. Jesús es ese pastor que será prudente y traerá la justicia y el derecho a todos, según Jeremías. En Jesús se hace realidad esa gran promesa él es el pastor bueno, que cuida de los suyos: El Señor es mi Pastor nada me falta, nos protege, nada temo porque tú vas conmigo, nos lleva por los caminos de la felicidad, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Ojalá Jesús sea el pastor de cada uno de nosotros, que tengamos la capacidad suficiente como para saber discernir la voluntad de Dios, y eso requerirá por nuestra parte mucha formación y mucha humildad para saber escuchar la voz del Señor y no la nuestra.

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