2024 CICLO B TIEMPO
ORDINARIO XVI
Queridos hermanos las lecturas que hemos
escuchado, son suficientemente sugerentes para que podamos reflexionar un poco
sobre ellas, y después llevarlas a la vida, a lo que hacemos todos los días, en
nuestras relaciones con los demás, o cuando tengamos que tomar alguna decisión
importante. Porque lo que escuchamos en la Iglesia, en la celebración, después
debe repercutir en mi vida, debo intentar hacerlo realidad en mi trabajo,
en mis relaciones con los vecinos, cuando voy de compras, o ahora en este
tiempo de verano en mi tiempo descanso. La fe es algo que tiene que ir más
allá de las celebraciones litúrgicas, y debe manifestarse en lo que somos
y hacemos.
El profeta Jeremías
se muestra muy duro con los pastores que no saben cuidar las ovejas,
y que las dispersan. Era una llamada a la reflexión, en tiempos difíciles para
Israel, y para nosotros hoy. Es una llamada seria para aquellos que tienen que
ser testigos de una forma especial, los que se comprometieron a ser la voz
del Señor y no lo hacen.
El evangelio de hoy se sitúa una vez que
los discípulos han vuelto de la misión a la que los envió Jesús de dos
en dos como escuchamos el domingo pasado. Jesús se los quiere llevar
a un sitio tranquilo, para que descansen. Personalmente me llena el
alma de alegría al escuchar la invitación de Jesús: Venid a un sitio
tranquilo a descansar un poco. Necesitamos ese descanso que nos ayude a
liberarnos de la tensión, el desgaste y la fatiga acumulada a lo
largo de los días.
Muchas veces corremos el riesgo de olvidar
el valor último de la vida para ahogarnos en el activismo, el
trabajo y la producción. Tenemos la impresión de que la vida se nos escapa
tristemente de entre las manos. Por eso el descanso no puede ser solo la pausa
necesaria para reponer nuestras energías agotadas o la válvula de
escape que nos libera de las tensiones acumuladas, para volver con
nuevas fuerzas al trabajo de siempre. El descanso nos tendría que ayudar
a regenerar todo nuestro ser descubriéndonos dimensiones nuevas de
nuestra existencia.
Al llegar
a ese sitio tranquilo se encontraron que grandes cantidades de gente, incluso
han llegado gentes de otras aldeas. Entonces Jesús improvisa y cambia
el programa que había preparado, y se pone a enseñarles con calma. Es la
calma del pastor que quiere a sus ovejas. Jesús es ese pastor que será prudente
y traerá la justicia y el derecho a todos, según Jeremías. En Jesús se hace
realidad esa gran promesa él es el pastor bueno, que cuida de los suyos:
El Señor es mi Pastor nada me falta, nos protege, nada temo porque tú vas
conmigo, nos lleva por los caminos de la felicidad, me conduce hacia fuentes
tranquilas y repara mis fuerzas.
Ojalá Jesús sea el pastor de cada uno de
nosotros, que tengamos la capacidad suficiente como para saber discernir la
voluntad de Dios, y eso requerirá por nuestra parte mucha formación y mucha
humildad para saber escuchar la voz del Señor y no la nuestra.
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