QUIERO SER PROFETA,
CONTIGO SEÑOR
Viniste, Señor, y
los tuyos no te recibieron.
Aun así, dejaste de
ser Niño en Belén, y seguiste marcando el rumbo de los hombres hacia Dios: el
amor, el servicio, la entrega, el perdón, la fraternidad y las buenas obras.
Una y otra vez,
Señor, existieron corazones obstinados a tu anuncio, mentes rebeldes a tu
reinado, manos que se cerraron ante tu causa, pies que decidieron marcharse por
otros caminos.
Pero Tú, Señor, a
pesar de todo eso mantuviste tu Palabra y tu mensaje:
Unos, percatándose
de ello, se abrieron en cuerpo y alma.
Otros, a pesar de
decenas de milagros, de curaciones, prodigios y resurrecciones, de palabras
pronunciadas con autoridad divina, optaron por mirar hacia otra parte.
Dinos entonces,
Jesús, cual es el secreto para ser profeta, sin tener miedo al qué dirán o sin
temor a ser crucificado.
Dinos entonces,
Señor, como mantenernos despiertos en un mundo que pretende dormirnos.
Dinos entonces,
Cristo, como seguir anunciando tú nombre sin riesgo a sentirnos perdidos o
rechazados.
Dinos entonces, Tú
el más grande de los Profetas, cómo llevar la esperanza, la paz, el nombre de
Dios, la fuerza del Espíritu a tantas puertas que se cierran como única
respuesta.
Amén
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