sábado, 29 de abril de 2023


 

2023 AÑO A TIEMPO DE PASCUA IV

 

Celebramos el IV domingo de pascua en el que Jesús se nos presenta como el Pastor verdadero, auténtico, dueño del rebaño que Él ama y por el cual se interesa. Jesús da su vida por nosotros;

Jesús resucitado, el Maestro y el Pastor bueno, manifiesta el camino que nos lleva a la verdadera Vida. Se trata el camino del amor, del servicio, del cuidado de los más débiles, de la compasión, de la misericordia. Estamos invitados a vivir como comunidad cristiana reproduciendo su Evangelio en cada una de nuestras vidas para transparentarlo a través de nuestra entrega y servicio generoso.

Al final del evangelio aparece una de las frases más importantes del mismo, donde podemos apoyar nuestra fe, nos regenera cada vez que la oímos: Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.  Jesús ha venido para que tengamos vida plena, abundante, gozosa. No para ese mínimo sin el cual la vida no es vida, sino para esa vida exuberante, excesiva, que rompe las orillas y se desborda, rebosante de libertad y de coraje.

Vida es todo lo que se nos ocurre para llenar este nombre.

El pastor llama a sus ovejas, a cada una por su nombre. El excedente de Dios. ¿Quién pierde el tiempo recitando cada mañana toda la letanía de sus nombres, en lugar de un solo silbido o llamada para todas ellas? Pero así es exactamente como está escrito: los llama a cada uno por su nombre. Para nosotros, el rebaño es el anonimato, el fin de la identidad, la homologación. Para Jesús, no: me da tiempo, dice mi nombre, estoy cerca de su corazón, no me confunde con nadie.

Y los lleva fuera. De hecho, los "empuja fuera". No hacia otro recinto, quizá más grande, sino hacia el exterior. Yo soy la puerta. No levanta muros ni vallas para dividir; Cristo es paso, apertura, pascua, brecha de luz, vida que entra y sale. Él es el pastor lleno de futuro, la puerta del amor leal y seguro (el que entre por mí estará a salvo), más fuerte que cualquier cárcel (podrá entrar y salir), donde se saciará el hambre y la sed de la historia (encontrará pastos).

Y camina delante de las ovejas. Un pastor abierto, que no se queda atrás llamando y agitando su bastón, no es un perro pastor que tiene que mantener a raya a las ovejas. Las ovejas se mantienen en fila porque ven a alguien en quien confían delante, ven el camino a seguir, saben que es seguro, saben que hay olor a vida al final de esa fila. Y Jesús se define a sí mismo como una puerta: no un muro, ni una vieja valla, donde das vueltas y vueltas y vuelves a dar vueltas, ni una correa, ni corta ni larga. Cristo es una puerta abierta, un agujero en la red, una brecha en el muro, un paso, un tránsito, un espacio para el corazón, por donde entra y sale el aliento de la tierra y de los cielos nuevos.

El Pastor verdadero se preocupa de sus ovejas, no las abandona nunca, al contrario, está siempre pendiente de cada una de ellas, en particular de las más débiles y necesitadas. El Pastor verdadero no huye frente al peligro abandonando a su rebaño sino da su vida para salvarlas porque ama con pasión a cada una de ellas, es decir, ama con un amor sin límites. Por tanto, el amor de Jesús por la humanidad no tiene límites, ama a todos sin excepción compartiendo su propia vida con las ovejas.

Jesús nos conoce y nos ama a todos tal como somos. Solo desde esta cercanía, desde esta comunión de corazón, el Pastor bueno, verdadero comparte su vida con las ovejas tratándolas siempre con cuidado y amor. Hoy, a los seguidores de Jesús se nos pide que seamos creyentes llenos del Espíritu del Pastor Bueno, que podamos ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde para seguir construyendo una comunidad verdaderamente fraterna y samaritana.

 

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