2023 ABRIL MEDITACIÓN EUCARÍSTICA:
El racimo de uvas
En este
miércoles santo, a punto de iniciar el triduo pascual donde conmemoraremos los
grandes misterios de las últimas horas de Jesús queremos presentarnos delante
de ti Jesús eucaristía con un corazón agradecido por todo lo que nos das, por
todo lo que tú haces por cada uno de nosotros. Escuchemos esta bella historia
de fraternidad y generosidad, al final siempre existe la recompensa.
El racimo de uvas: Un día llamaron a la puerta de un convento,
y abrió el hermano portero llamado Pedro. Este vio con asombro que un hortelano
de las tierras de al lado le entregaba un hermoso racimo de uvas tan grande que
le causó admiración, diciéndole:
-Hermano: te regalo este racimo de uvas en
agradecimiento por la buena atención que me prestas cada vez que vengo al
convento-.
Sin pensarlo dos veces el hermano portero le dio las
gracias por tan precioso regalo y le dijo que no tardarían mucho en dar cuenta
de él.
Apenas salió el hortelano del convento, Pedro lavó
el racimo y lo dejó escurrir en un clavo que había colgado en la pared,
mirándolo con alegría por el gran festín que le esperaba. En el convento, había
un hermano enfermo que no gustaba de comer nada, debido a su enfermedad. Pedro
pensó que sería una buena obra alegrarle el día a este enfermo y de paso
llenarle el estómago, tan necesitado de alimento. Sin pensarlo mucho, descolgó
el racimo de uvas y se fue a la enfermería a regalárselo. El enfermo, al ver el
racimo abrió los ojos sobresaltado al ver su gran tamaño, y el portero le dijo:
- Hermano Matías, me han regalado este racimo, pero
pensando en tu enfermedad y sabiendo que no te apetece comer nada, quizás estas
uvas te abran el apetito-. El hermano Matías le agradeció de corazón que se
hubiese acordado de él, diciéndole que si se moría le tendría muy presente
cuando estuviera en el Cielo con Nuestro Señor.
Pedro le buscó una fuente donde le colocó el racimo
para que fuera picando cuando gustara. Dejándolo solo, se fue para la portería
pensando en la obra que había hecho por su hermano Matías. El enfermo cogió el
racimo como pudo e iba a dar buena cuenta de él, pero pensó que si lo dejaba
haría un buen sacrificio para remisión de sus pecados y bien de su alma y
decidió no comerlo y dárselo al hermano enfermero, que le atendía con tanta
caridad y se desvivía por él por las noches.
Llamó al hermano enfermero y este pensó que le
sucedía algo, por la insistencia en que le llamaba.
- Hermano Esteban, me ha traído el hermano Pedro
este racimo para que lo degustara pensando en mi enfermedad, pero pensé que, ya
que no me entra nada en el estómago y puede que me hiciera daño, he pensado que
te lo comas tú, que te portas tan bien conmigo-.
El Hermano Esteban insistía en que intentara comérselo,
pero cuanto más insistía el enfermero más lo rechazaba el enfermo. Este decidió
comérselo en su celda dándole las gracias por tan precioso regalo. Y mientras
caminaba hacia su celda, pensó que mejor que comérselo él, se lo daría al
Hermano cocinero que bien se esmeraba para que todos los frailes comieran lo
poco que les llegaba de la huerta y de donativos. Bajó a la cocina y
encontrándose con Buenaventura, el hermano cocinero, y topándose de bruces con
él y el racimo le dijo:
- mira lo que me han regalado, pero te lo regalo a
ti para que saborees estas uvas tan hermosas, como hermoso es tu corazón.
El hermano Buenaventura - quitándole importancia a
lo que decía, le insistió que se lo diera mejor al prior ya que era tan
responsable con la comunidad. Y así fue pasando el racimo de hermano en hermano
por todo el convento, hasta que llegó de nuevo a la portería donde el hermano
portero, extrañado y perplejo por el suceso decidió que no diera más vueltas el
racimo de uvas, y ni corto ni perezoso se lo comió con tal gusto que le
parecieron las uvas más sabrosas que jamás hubiera comido.
Cuando miras
por el bien de los demás y dejas lo tuyo para ayudar otros, el Señor te lo
devuelve colmado y no el 20 ni el 30 sino el ciento por uno. Amén.
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