jueves, 31 de octubre de 2024

2024 CICLO B SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

El día 1º de noviembre celebramos con la Iglesia universal la festividad de Todos los Santos. Es una fiesta litúrgica muy antigua. Desde mediados del siglo IV. Para los creyentes es una fiesta familiar. Recordamos y honramos a cuantos hermanos y hermanas nuestros han llegado ya a la Casa del Padre, han sido recibidos por Dios con amor y misericordia infinitos, y viven ya para siempre con Él. No les celebramos como difuntos, sino como vivos en el Señor.

Festejamos la trayectoria de sus vidas que siguieron a Jesús mientras estuvieron en la tierra. Disfrutaron todo lo bueno que Dios ha creado para nosotros, soportaron con paciencia las adversidades de la vida diaria, no decayeron en su deseo responder más plenamente cada día al amor de Dios, que nos invita a ser santos como Él lo es.

Se cuenta que cuando murió Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux, su superiora estaba preocupada porque no encontraba ningún elemento extraordinario y llamativo de su vida. Y es que la santidad de esta mujer era pequeña, doméstica, asequible. La santidad no es algo reservado a unos pocos héroes y nobles. Se trata más bien de la respuesta generosa a la llamada a la santidad que Dios, en su amor, nos hace a todos para que vivamos compartiéndolo.

Juan lo dice claro en el Apocalipsis: Vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas que exclamaban: ¡La salvación viene de Dios!

Todos los santos son diferentes entre sí. Cada uno ha recibido una gracia, cada uno ha respondido a su manera. Pero tienen un rasgo en común: se han sentido radicalmente amados por Dios y se han entregado con amor a los hermanos más débiles y necesitados.

Esta llamada del Padre a ser perfectos como Él, es una convocatoria a vivir el amor en las familias, en las amistades y en las sociedades, superando las tentaciones individualistas e indiferentes de la cultura actual.

La vida de los santos es una vida en el amor que es paciente, benigno, no envidioso, no presumido ni engreído, no indecoroso ni egoísta, no irritado, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Ser llamados a la santidad no es ser llamados a lo extraordinario y llamativo, sino a vivir lo ordinario con nobleza de espíritu y buena voluntad. Con amor.

Esto no excluye los fracasos. Algunos de los grandes santos conocidos fueron también, antes de su conversión, notables pecadores. Pero en su fragilidad no dejaron de creer y de esperar en la misericordiosa comprensión de quien nos amó primero.

Culminado su destino, los santos son intercesores ante Dios por nosotros, los que aún seguimos en el mundo, y con su ejemplo nos estimulan para nuestra propia aventura.

 

 





 


 

DICHOSOS…VOSOTROS

Porque, sin meter ruido, fuisteis escuchados por Dios.

Porque, sin ser reconocidos, Dios os ha galardonado.

Porque, sin pretender riquezas, el Señor fue vuestro gran tesoro.

Porque, sin ser comprendidos, comprendisteis que Dios era la última Palabra.

Que gozáis lo que, nosotros, quisiéramos festejar.

Que saltáis de alegría al lado del Creador.

Que destelláis en alegría desbordante y celeste.

Que gustáis lo que, tantas veces, vivisteis con sencillez y obediencia.

Que no buscasteis la paz que el mundo pretendía sino la justicia de Dios.

Que no os acobardasteis ante las dificultades.

Que no confundisteis paz con tranquilidad de conciencia.

Que no os dejasteis vencer por el poderoso caballero don dinero.

Que, siendo perseguidos, supisteis ver en ello un soplo hacia el cielo.

Que, siendo humillados, intuisteis que Dios os engrandecía.

Que, siendo apartados de mil caminos, no os alejasteis del verdadero.

Que no sucumbisteis a falsos ideales que el mundo os ofreció.

Que sonreís a carcajada limpia en el cielo.

Que cantáis la gloria de un Dios que os dice ¡bienaventurados!.

Que rezáis por los que, aquí y ahora, intentamos ser bienaventurados.

Que ofrecéis a Dios, vuestra felicidad, por los que no la poseemos.

Porque, después de cumplir al dedillo, el plan de Dios.

Tenéis, bien merecida, esa santidad que hoy el Señor, la Iglesia, los cristianos y todos los hombres de buena voluntad reconocen en vuestra virtud heroica, constante y sin tregua.

DICHOSOS Y FELICES VOSOTROS. Amén

miércoles, 30 de octubre de 2024


 

2024 OCTUBRE MEDITACIÓN EUCARISTICA.

EL ATIZADOR

Aquí estamos Jesús sacramentado en esta tarde para hacerte un poco de compañía. Esta contigo nos anima y nos ayuda a sentirnos amados por ti y por el Padre bueno. Hoy queremos agradecer tu vida, tu manera de estar con nosotros y tu sacrificio en la cruz, pues con él nos redimiste y nos salvaste. Nos libraste de la perdición y del mal camino. Siempre estaremos agradecidos por eso y mirándote a ti nuestra vida cambiará y nuestros comportamientos se asemejarán a los tuyos. Escuchemos esta historia.

 

EL ATIZADOR: Doña Clotilde una anciana venerable que debería vivir una vida más sosegada y con la satisfacción del deber cumplido, le había tocado criar a su nieto. Su hija, madre soltera, había tenido que emigrar a otro país para buscar un mejor futuro, y poder así ayudar económicamente a su familia desde lejos.

Con el correr del tiempo, doña Clotilde se enfrentó con un alarmante descubrimiento: su nieto había tomado la costumbre de tomar lo que no era suyo... ¡Era un ladrón! Hablándole primero claramente, y castigándole después, doña Clotilde agotó casi todos los medios para combatir esa tendencia. Pero nada surtía efecto: Aquel vicio, el niño ya lo llevaba dentro de sí. Ni amenazas, ni promesas surtían algún efecto.

Ante el temor de que su nieto se convirtiera en un delincuente, doña Clotilde se vio en la disyuntiva de tener que tomar una medida radical, amenazándolo con un castigo terrible que lo marcaría para toda la vida:

- ¿Ves el atizador?... ¡si te vuelvo a sorprender robando, lo pongo a calentar en el fuego y te traspaso la mano con él! Pero el niño, confiado en la bondad de su abuela y no creyéndola capaz de semejante acto, volvió a recaer, agarró la cartera deteriorada de su abuela y le robó los 100 euros que su madre enviaba mensualmente, y corrió a gastarlo.

Cuando volvió a casa, la abuela, que ya había descubierto el robo, lo tomó de las manos y lo arrastró a la cocina. Con todo el dolor de su corazón, sabiendo que era necesario ponerle punto final a esa malsana costumbre, empuñó el atizador y lo puso en el carbón encendido, esperando a que se pusiera caliente.

El niño contemplaba asustado, sin dar crédito a lo que acontecía, los preparativos insensatos de la abuela. No podía creer que su abuela fuera capaz de cumplir la amenaza. Estaba tan convencido de la bondad de la abuela, que la creía incapaz de un gesto tan atroz.

- ¡Ahora vas a ver el daño tan grande que produces cada vez que tomas lo que no es tuyo!

Doña Clotilde aferró al niño, empujándolo hacia el brasero, extrajo el atizador ya incandescente, y lo fue llevando lentamente a la mano de su presa, la cual aferraba con todas sus fuerzas. Cuando la suave piel del niño empezó a sentir el calor que emanaba del atizador, la abuela deliberadamente lo soltó, pero NO detuvo el curso del atizador, el cual atravesó su propia mano de lado a lado.

Ahora, el pequeño ladrón se hizo un hombre. Un hombre que aprendió la lección, y que no volvió a robar más en su vida. Comprendió que con esa conducta equivocada le hacía daño a la persona que él más amaba. Hoy, antes de meter las manos en cosas que no le pertenecen, se las dejaría quemar primero. Doña Clotilde, a su vez, dice que fue preferible perder su propia mano, que perder a su nieto amado.

Desde aquel día ambos entendieron la frase: "Misericordia quiero y no sacrificios". Frase expresada en plenitud en el misterio de la redención de Cristo.

Señor Jesús como nos recuerda el comportamiento de la abuelita con el tuyo, que no dudaste en dar tu vida en rescate por todos y cada uno de nosotros. Tu sacrificio nos hace más humanos y mas cristianos. Nos acerca de una manera extraordinaria a tu vida y a tu misión.

Nosotros somos los hijos bien amados del Padre y tú nuestro hermano mayor nos guías hasta encontrarnos con él, nuestro creador y nuestro Señor. Sabemos que tu no cesas de enseñarnos el camino del bien y de la bondad, haz que nunca lo perdamos ni nos desviemos.

Queremos que siempre nos acompañes, que no nos dejes desviarnos de nuestro camino, que nunca abandonemos la senda del bien y de la generosidad. Amén

sábado, 26 de octubre de 2024


 


 


 


 

¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!

Muchos de nosotros vivimos en una catarata crónica; confundimos la realidad con la fantasía; la alegría con la felicidad momentánea, la paz interior con el puro fuego de artificio.

El viejo adagio “ojos que no ven corazón que no siente” se convierte también en pauta para pasar de largo ante la miseria humana.

Hoy incluso, al margen de la iglesia y en contra de ella, hacen de su capa un sayo.

Que sea consciente de las cegueras que salen a mi encuentro.

Que esté dispuesto, siempre que haga falta, a reconocer que el mejor oftalmólogo para mis ojos eres Tú; que la escucha del Evangelio es la mejor receta, la eucaristía el colirio más saludable y certero; la oración la mejor intervención quirúrgica para saber hacia dónde y cómo mirar; una iglesia la mejor consulta para la miopía.

Es el mundo quien al borde del camino necesita una palabra de aliento.

Es la humanidad arrogante y hedonista pero vacía.

Es el ser humano que quiere y no puede dirigirse en la dirección adecuada.

Es la tierra que en un afán de verlo y entenderlo todo se niega a la visión de Dios.

Es el grito de aquellos que queremos estrenar “gafas nuevas” para andar por caminos nuevos sin miedo a caernos. Amén

 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXX

 

La escena del evangelio de este domingo se encuadra en la subida de Jesús a Jerusalén, la ciudad santa. Ha estado enseñando, curando, compartiendo con sus paisanos de Galilea; salió de Cafarnaúm, acompañado de sus seguidores, camino de Jerusalén. Llegan al oasis Jericó, ciudad de las palmeras a orillas del Jordán, separada de Jerusalén a 25 Km de desierto. Al entrar en la ciudad, al borde del camino, Bartimeo, un mendigo ciego, con su manto extendido por el suelo para recoger limosnas de los viandantes, al enterarse, de que pasaba Jesús, sobreponiéndose al griterío de la gente y desoyendo las amonestaciones de los acompañantes, a voz en grito reclama la atención de Jesús: Hijo de David, ten compasión de mí. Bartimeo, sumido en la oscuridad más absoluta, pero la ceguera de los ojos de su cara no le impide tener confianza en lo que Jesús puede hacer por él y no renuncia a ello.

Por eso, alza su voz y grita pidiendo misericordia, grita sin reparos, es el grito de esperanza que le va a permitir salir de la oscuridad. Llega su momento, su oportunidad, y salta como un resorte, sin protección, sin seguridad; es como un salto al vacío, sin miedo y sin temor, pero con una confianza en ese desconocido, Jesús, con una fe firme, plena y completa.

Y Jesús siente compasión; siente el dolor de Bartimeo desde lo más profundo y lo hace suyo, siente su dolor. Jesús, que siempre está pendiente de quien lo pueda necesitar, le manda llamar y, al enterarse de ello, Bartimeo da tres momentos que le van a cambiar la vida: suelta el manto, da un salto, y se acerca a Jesús.

La fe ciega (y nunca mejor dicho) de Bartimeo en Jesús le pone en movimiento, le urge.  Y a nosotros, ¿nos moviliza?, ¿nos implica? Creer en Jesús ciegamente es adherirse a Él con la certeza de que tiene respuestas para nuestras vidas. No podemos quedarnos en la apatía de una vida ya acabada, sin nuevos alicientes, como si ya hubiéramos hecho cuanto podíamos hacer.

Como a Bartimeo, Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros ¿qué quieres que haga por ti? Y por fin llega nuestro momento, el de hablar con Dios, de corazón a corazón, Él sabe cuáles son nuestras necesidades y carencias, hemos escuchado su Palabra, pero ahora Él quiere escuchar nuestras palabras, con sinceridad y sencillez. Quiere que nos reconozcamos tal y como somos, y cuál es nuestra auténtica realidad.

No olvidemos que cualquiera de nosotros podemos ser Bartimeo, postrados en ese camino, pidiendo limosna a un mundo que apenas nos da unas monedas de falsa felicidad, y quieren que hablemos bajito, que no gritemos, que no molestemos. Nunca pretendemos molestar, pero tenemos que gritar frente a los que nos quieren hacer callar.

Curado de su ceguera por Jesús, el ciego Bartimeo no solo recobra la luz, sino que se convierte en un verdadero “seguidor” de su Maestro, pues, desde aquel día, le seguía por el camino. Es la curación que necesitamos todos nosotros.

 

miércoles, 23 de octubre de 2024


 

2024 ADORACIÓN EUCARÍSTICA.

EL AMOR ES LIBERTAD

Querido Jesús presente en el altar, como todos los miércoles venimos ante tu presencia para descansar y retomar ánimos para continuar con nuestra vida. Tú eres punto de llegada y punto de salida. Venimos para depositar en tu corazón nuestras preocupaciones, nuestras ansias y deseos y te pedimos que nos concedas tu espíritu de fortaleza, de esperanza y de optimismo. No siempre salen las cosas como nos gustaría, pero si no colocamos amor en todo lo que hagamos jamás conseguiremos realizar algo bueno. Escuchemos esta historia.

El amor es libertad: Una vez, un reconocido guerrero indígena y la hija de una mujer que había sido matrona de la tribu, se enamoraron profundamente y habían pensado en casarse, para lo cual tenían el permiso del cacique de la tribu. Pero antes de formalizar el casamiento, fueron a ver al anciano de la tribu, un hombre muy respetado, que tenía palabras de sabiduría para ellos.

El sabio les dijo que ellos eran buenos muchachos, jóvenes y que no había ninguna razón para que alguien se opusiera a su matrimonio.

Entonces ellos le dijeron que querían hacer algo que les diera la fórmula para ser felices siempre.

El sabio les dijo: Bueno, hay algo que podemos hacer, pero no sé si están dispuestos, porque es bastante costoso.

- Estamos dispuestos – le dijeron.

Entonces el sabio le pidió al guerrero que escalara la montaña más alta, y buscara allí el halcón más vigoroso, el que volara más alto, el que le pareciera más fuerte, el que tuviera el pico más afilado y se lo trajera vivo. Y a la mujer le dijo:

- A ti no te va a ser tan fácil. Vas a tener que internarte en el monte, buscar el águila que te parezca que es la mejor cazadora, la que vuele más alto, la que sea más fuerte, la de mejor mirada. Vas a tener que cazarla sola, sin que nadie te ayude, y vas a tener que traerla viva aquí.

Cada uno salió a cumplir su tarea. Cuatro días después volvieron con el ave que se les había encomendado, y le preguntaron al sabio:

- ¿Ahora qué hacemos?, ¿las cocinamos?, ¿las comemos?, ¿qué debemos hacer con ellas?

- No, nada de eso, -dijo riendo el sabio y les dijo- ¿vosotros queréis ser felices?

- Sí, le dijeron. ¿Volaban alto? - preguntó-, ¿eran fuertes sus alas, eran sanas, independientes?

- Sí, contestaron. Muy bien, dijo el sabio. Ahora deben encadenarlas entre sí por las patas, y suéltenlas para que vuelen.

Así lo hicieron. Entonces el águila y el halcón comenzaron a tropezarse, intentaron volar, pero lo único que lograban, era revolcarse en el piso. Se hacían daño mutuamente, hasta que empezaron a picotearse entre sí.

Entonces el sabio de la tribu les dijo: Si vosotros queréis ser felices para siempre: "VOLAD, PERO JAMÁS OS ENCADENEIS EL UNO AL OTRO".

Señor Jesús tu nos enseñaste que cuando amamos de verdad sea de corazón y respetando la forma de ser del otro. Nadie puede asegurar el éxito o el fracaso de nuestra vida, pero si hay amor y generosidad estaremos plantado nuestra tienda en fundamentos sólidos y duraderos.

Cuando tenemos en cuenta que vivimos y nos desarrollamos en este mundo tan diferente pero que optamos por el gran sentimiento del Amor. Pero el amor verdadero sólo se concibe en libertad.

Dejemos que haya espacios en nuestro amor. Dejemos que los vientos de los cielos dancen entre nosotros. Amémonos unos a otros, pero no hagamos una atadura del amor. Permitamos que un mar de movimiento se agite entre las costas de nuestras almas. Bailemos y cantemos juntos, seamos alegres, pero al tiempo que cada cual permanezca solo. Las columnas del templo se yerguen separadas, el roble y el ciprés no crecen cada uno a la sombra del otro. El amor es como un pájaro: Si lo aprietas demasiado se ahoga, si lo dejas a su aire se escapa.

Señor Jesús acompañamos en la aventura de la existencia a vivir en plenitud el mandamiento del amor a todos los que nos rodean, buenos y malos. Amén

sábado, 19 de octubre de 2024

CATEQUESIS DE CONFIRMACIÓN
Esta semana darán inicio los encuentros de preparación a la confirmación, en los locales parroquiales

 


 MISA CON NIÑOS

El próximo sábado 26 de octubre a las 18 horas celebraremos la eucaristía con niños que se preparan para recibir su primera comunión. Todos los niños con sus familias, están invitados a dicha celebración

El próximo sábado 26 de octubre dará inicio el curso junior de nuestra parroquia, a las 17 horas en los locales parroquiales
 


 

LUZ PARA LA HUMANIDAD

Sí, Señor, así te vemos y así te sentimos.

Desde el día de tu llegada a nuestro mundo, alegraste la noche oscura del hombre.

Lo hiciste en silencio, sin ruido, pero, en Belén, fuiste luz en medio de un impresionante firmamento estrellado.

Tú, Señor, eres la luz del mundo.

Entonces ¿qué somos nosotros, Señor?

Somos pequeñas luces, de tu inmensa luz.

Somos pequeños ríos, de tu inmenso mar.

Somos pequeños destello, de tu inmenso sol.

Eres, Señor, luz de la humanidad.

Quien a Ti escucha, encuentra alivio.

Quien a Ti sigue, se siente protegido.

Quien a Ti bendice, queda engrandecido, sobrecogido y enardecido por tu presencia, Señor.

Nunca cesaremos de darte gracias por tu Palabra.

Por poner esperanza a nuestro lado.

Por sembrar ilusiones en nuestros senderos.

¡Gracias, Señor!

Sigues siendo luz de muchos pueblos

Horizonte de muchas metas

Vida de muchas vidas

Orgullo de millones de hombres y mujeres que, sintiendo la peligrosa noche, saben que Tú sigues siendo… la LUZ.

Amén

 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXIX.

DOMUND

Queridos hermanos hoy celebramos la jornada mundial de las misiones, nos acordamos de todos misioneros y pueblos que llevan la buena notica de que son amados por Dios, con todas las consecuencias. Y el evangelio viene en nuestra ayuda: Jesús ha mostrado con sus palabras y con su ejemplo que su camino es el del servicio verdadero a todos. Ese el recorrido que han de hacer también sus seguidores.

Los grandes de este mundo los oprimen y tiranizan, pero no será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

 

Esta es la regla fundamental y principal del cristianismo: no es la del egoísmo, la de levantar murallas, la que pugna por alcanzar el poder para dominar a los demás, la que pretende conseguir el dominio sobre los otros para sojuzgarlos. La nueva Ley del amor pide la entrega de la vida haciendo el bien a muchos, viendo en todo el género humano el rostro de Cristo.

Los discípulos no son héroes, son hombres complicados, algunos incluso embarazosos. Dos de ellos son tan impetuosos y ruidosos que Jesús inventó para ellos un apodo sonoro y hermoso: «hijos del trueno». Un elogio. ¡A Jesús se le daban muy bien los elogios! Estos dos hermanos no piden luz, sino poder: que uno se siente a la derecha y otro a la izquierda de tu trono.

Después de tres años de caminos, de enfermos curados, de pan repartido y después de tres anuncios de muerte en la cruz, es como si los discípulos aún no hubieran entendido nada. Y Jesús, en lugar de desanimarse, comienza de nuevo a explicar su sueño de cielos nuevos y tierra nueva.

En el mundo ganan los más fuertes, los más listos, los más ricos; pero entre vosotros no será así; Hay que ir exactamente en dirección opuesta. Entre los suyos no ha de existir esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni dueños. La parroquia no es del párroco. La Iglesia no es de los obispos y cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande que se ponga a servir a todos. El verdadero modelo es Jesús y su misión es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.

Necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que «se impongan» por la calidad de su vida de servicio.

Los misioneros así lo hacen, van a los rincones del mundo a llevar la buena nueva, a servir a todos empezando por los últimos, los que mas necesitan, los pobres y marginados. Por so necesitan nuestra ayuda económica para poder realizar bien su trabajo y su servicio. No solo llevan la Palabra de Dios, sino educación, salud, promoción de la mujer y de las niñas… son las manos de Dios y los rostros amables de la Trinidad. Seamos generosos.

 

miércoles, 16 de octubre de 2024


 

2024 OCTUBRE ADORACIÓN EUCARISTICA

DR. TADEO MARTIN

 

Jesús sacramentado de nuevo estamos contigo en esta tarde para saborear tu presencia y sentir que nos amas, así como somos. No esperas a que seamos mejores para amarnos, porque nunca nos amarías. Nos quieres tal como somos y desde ahí podemos crecer y llegar a la estatura que tu soñaste desde siempre para cada uno de nosotros. Estamos convencidos que tu nos amas a pesar de nosotros mismos. Escuchemos esta interesante historia.

DR. TADEO MARTIN: Cuando el Dr. Martín era un joven alumno de la escuela de medicina, estaba profundamente convencido de la estupidez que suponía llenar el mundo de enfermos incurables y seres inválidos. Defendía ardientemente la eutanasia, y acostumbraba discutir esos temas con sus compañeros de clase.

- Pero si ésa es precisamente nuestra misión -le contestaban-. Estamos aquí para cuidar del cojo, el lisiado y el ciego. La misión del médico - replicaba siempre Martín- es sanar a los enfermos, y si no existe remedio, lo mejor es que mueran.

Ya cursaba el último año de estudios cuando, cumpliendo sus deberes fuera del hospital, asistió en un barrio pobre de la ciudad, al parto de una inmigrante. Era el décimo chiquillo que la mujer traía al mundo, y había nacido con una pierna bastante más corta que la otra. La fuerza de la costumbre hizo al médico soplar en la boca de la criaturita para iniciar la respiración, pero un momento después pensó:

- ¡Qué estoy haciendo! Está condenado a caminar toda la vida con su desdichada pierna.

Al principio pensaron que era parálisis infantil, pero resultó ser una infección virulenta tan poco frecuente, que sólo ha merecido breves referencias en los tratados médicos. En toda su larga práctica profesional, el propio Dr. Martín no había encontrado un solo caso de aquel mal.

Consultó a especialistas neurólogos, que movieron la cabeza con desaliento, y dijeron que no se conocía remedio para la enfermedad, cuyos progresos eran lentos, pero acababa siempre en parálisis, de mayor o menor grado.

- Sin embargo, hay un médico joven en el Oeste -dijo al doctor uno de los especialistas- que ha escrito recientemente un artículo sobre los éxitos obtenidos por él en algunos casos de esta enfermedad. Se llama T. J. Méndez. Si yo me encontrara en la situación de usted, iría a verlo.

El doctor voló con Ana a la pequeña clínica particular donde el Dr. Méndez había puesto en práctica el nuevo y revolucionario tratamiento terapéutico para los varios tipos de enfermedades que causan lesión. El Dr. Martín observó que su colega cojeaba pronunciadamente.

- Esta pierna corta me coloca entre el grupo de los lisiados - dijo el Dr. Méndez, al observar la mirada de su visitante. Los chicos me llamaban Pata-corta. Yo se los permito, y a ellos les encanta. La verdad es que me gusta más que mi verdadero nombre, Tadeo, que siempre me ha parecido un poco ceremonioso. Como a muchos chiquillos, me pusieron el nombre del joven estudiante de medicina que me trajo al mundo.

El Dr. Tadeo Martín tragó saliva, recordando que en aquella ocasión se había dicho a sí mismo: "El mundo no lo necesita para nada". ¡Cuan ciego era en aquel tiempo!

Alargó la mano al médico, cuya ciencia haría posible que Ana volviera a caminar, y dijo:

- Es mejor ser lisiado que ciego.

Señor Jesús que ciegos somos a veces, no valoramos lo que tenemos y no sabemos cómo enfrentar las circunstancias de la vida. No es tu APTITUD, sino tu ACTITUD, lo que determina tu ALTITUD, es decir tu altura moral y humana.

La vida es el primer y uno de los regalos más preciosos que recibimos de Dios. Ninguna vida es un “error de Dios” aunque venga con limitaciones. Dios así la creó, y aunque pueda ser fuente de sufrimiento para quien padezca las limitaciones, siempre será feliz si cumple con el fin para el cual Dios la había creado. Nunca nos podremos imaginar el propósito que iluminó a Dios cuando creó una nueva vida; hacen falta años para que esa vida se desarrolle; y si es fiel a los designios de Dios, entonces entenderemos el porqué. Aunque en el fondo de todo, Dios tiene un porqué muy especial para crear una nueva vida: el amor que nos tiene. Amén

sábado, 12 de octubre de 2024


 


 


 

¿QUÉ ME FALTA, SEÑOR?

Pienso que soy justo y, mirando en mi sendero, encuentro abundantes deficiencias y debilidades.

Digo darme, y me quedo con lo mío.

Presumo de ser bueno, y juzgo a los que no son como yo.

Digo ser humilde, y me encanta ser juez.

Defiendo la verdad, pero en muchas ocasiones me dejo vencer por la mentira.

Dime, Jesús, qué me falta y qué me sobra para ser merecedor de la Vida Eterna.

Dime, Jesús, qué me falta para entrar un día por las puertas del cielo.

Dime, Jesús, qué me falta y que yo no veo para que Tú estés contento conmigo.

Dame un poco de fe, para ver con claridad.

Un poco de caridad, para dar lo que pueda.

Un poco de esperanza, para no apartarme de Ti.

Y tal vez, Señor, me daré cuenta de “esa cosa” que me hace falta o que me sobra para alcanzar la Vida Eterna.

 Amén.



 

2024 CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXVIII

 

Algunos detalles curiosos: Se acerca uno «corriendo», «se arrodilla», lo llama «maestro bueno» (provocando cierto malestar en Jesús), formula su pregunta, Jesús «lo mira con cariño». Al final, el individuo «frunce el ceño» y se va triste.

El problema que le angustia es qué he de hacer para heredad vida eterna, algo fundamental para entender todo el pasaje. Lo que pretende el protagonista es, formar parte de la vida futura, es decir salvarse. Este deseo sitúa al protagonista en un ambiente distinto del normal: admite un mundo futuro, distinto del presente, mejor que éste, y desea participar en él.

Jesús, antes de responder, aborda el saludo y da un toque de atención sobre el uso precipitado de las palabras. El único bueno es Dios. Luego responde a la pregunta haciendo referencia a cinco mandamientos mosaicos, todos ellos de la segunda tabla, y añadiendo no defraudarás. Lo curioso es que Jesús no dice nada de los mandamientos de la primera tabla, que podríamos considerar los más importantes: no tener otros dioses rivales de Dios, no pronunciar el nombre de Dios en falso, y santificar el sábado. Según Jesús, para salvarse, basta portarse bien con el prójimo.

Cuando el protagonista le responde que eso lo ha cumplido desde joven, Jesús lo mira con cariño y le propone algo nuevo: que deje de pensar en la otra vida y piense en esta, dándole un sentido nuevo. Ese sentido consistirá en seguir a Jesús, de forma real, física; pero antes es preciso que venda todo y lo dé a los pobres. El programa de Jesús se limita a tres verbos: vender, dar y seguir.

Entonces es cuando el personaje frunce el ceño y se aleja, pues era muy rico. Con esta actitud, no pierde la vida eterna (que depende de los mandamientos observados), pero sí pierde el seguir a Jesús, dar plenitud a su vida ahora, en la tierra.

La segunda escena: Jesús y los discípulos. Sirve para completar su enseñanza, en este caso sobre el peligro de la riqueza. ¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!, esto requiere una aclaración. Entrar en el reino de Dios no significa salvarse en la otra vida. Eso ya ha quedado claro que se consigue mediante la observancia de los mandamientos, sea uno rico o pobre. Entrar en el Reino de Dios significa entrar en la comunidad cristiana, comprometerse de forma seria y permanente con la persona de Jesús en esta vida.

Jesús expresa con imaginación oriental la dificultad de que un rico entre en la comunidad cristiana.

Los discípulos por qué se asombran y se espantan. Reflejan la mentalidad de que la riqueza es una bendición de Dios; si los ricos no se salvan, ¿quién podrá salvarse? La respuesta de Jesús “para Dios todo es posible” parece dar por terminado el tema.

La respuesta de Jesús enumera siete objetos de renuncia, como símbolo de renuncia total: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos. Todo ello tendrá su recompensa en esta vida y, en la otra, vida eterna, pero, «con persecuciones». La abundancia de bienes se la proporciona el seguimiento de Jesús.

miércoles, 9 de octubre de 2024

2024 OCTUBRE MEDITACIÓN EUCARISTICA.

El ingrediente secreto de Marta

 

Ante ti Jesús sacramentado queremos estar unos momentos de reflexión para aprender de ti a vivir con delicadeza y amor. Que todo lo hagamos por amor. Escuchemos esta historia

El ingrediente secreto de marta: Cada vez que José pasaba por la cocina, veía un pequeño envase de cerámica que se encontraba en la repisa de la cocina. Es probable que no hubiera notado su presencia, si Marta no le hubiera dicho en repetidas ocasiones que nunca debía tocarlo. La razón, decía, es que contenía una "hierba secreta" de su madre y como no había manera de reponerla, se preocupaba si José u otra persona lo levantaba y miraba en su interior, porque podrían dejarlo caer accidentalmente, y esparcir su valioso contenido. En realidad, el envase no tenía nada especial. Por su antigüedad, gran parte de sus colores originales, rojo y oro, se habían desvanecido. Podía saberse por dónde lo habían agarrado una y otra vez cuando lo levantaban y retiraban su apretada tapa.

Lo único que José sabía a ciencia cierta era que, poco después de su boda con Marta, su madre le había traído el envase y le había dicho que usara su contenido tan amorosamente como ella lo había utilizado. Y lo hizo fielmente. José nunca vio que Marta cocinara un plato sin tomar el envase de la repisa y espolvorear un poquito de "hierba secreta" sobre los ingredientes. Incluso cuando horneaba tortas y galletas, veía que les añadía una pizca de esa hierba, antes de introducirlas en el horno. Cualquiera que fuera su contenido, era seguro que surtía efecto, pues José creía que Marta era la mejor cocinera del mundo. Y no era el único en opinar así; todos los que alguna vez comían en su casa, alababan extraordinariamente su arte culinario.

Aquella "hierba secreta" era tan fina que, cuando Marta la espolvoreaba sobre la comida que estaba preparando, José no podía determinar su textura. Era obvio que tenía que utilizar muy poca, pues no tenía cómo llenar de nuevo el envase. De alguna manera, Marta consiguió que durara más que los treinta años que llevaba de matrimonio hasta entonces.

Ben sentía cada vez más su tentación de mirar el contenido de aquel envase, aunque fuera una sola vez, pero nunca llegó a hacerlo. Un día, Marta enfermó. José la llevó al hospital, donde tuvo que permanecer toda la noche. Cuando regresó a casa, se sintió muy solo. Marta nunca había pasado la noche afuera. Cuando se aproximaba la hora de cenar, se preguntó ¿qué haría?, como su mujer le agradaba tanto cocinar que él nunca se preocupó por aprender a hacerlo. Cuando entró a la cocina para ver qué había en el refrigerador, el envase de la repisa apareció de inmediato ante sus ojos. Se sintió atraído hacia él como un imán.

Apartó de inmediato la vista, pero una mortificante curiosidad lo hizo regresar. ¿Qué había en aquel envase?, ¿por qué no debía tocarlo?, ¿cómo era la "hierba secreta"?, ¿cuánto quedaba?

José apartó la vista de nuevo, y levantó la tapa de un molde para torta que estaba sobre el mostrador de la cocina. Ahhh...quedaba más de la mitad de una de aquellas tortas deliciosas de Marta. Cortó un buen trozo, se sentó a la mesa de la cocina y no había terminado el primer bocado, cuando sus ojos regresaron al envase. ¿Qué mal podría hacer mirando en su interior?, Tomó otro bocado, mientras se debatía consigo mismo... ¿debía hacerlo o no? Por último, no pudo resistir. Atravesó lentamente la cocina y con el mayor cuidado, tomó el envase de la repisa, temiendo esparcir el contenido. Colocó el envase sobre la mesa y, con mucho cuidado, levantó la tapa. Temía mirar en su interior. Cuando pudo ver bien, sus ojos se abrieron desmesuradamente... el envase estaba vacío, con excepción de un pequeño trozo de papel doblado en el fondo.

José trató de alcanzarlo; su mano grande y tosca luchaba por entrar. Lo tomó con cuidado por una esquina, lo retiró y abrió lentamente bajo la lámpara de la cocina. Contenía una pequeña nota garabateada, y José reconoció de inmediato la escritura de su suegra. Decía sencillamente: "Marta, a todo lo que hagas, añádele una pizca de amor".

Ben tragó saliva, colocó la nota y el envase en su lugar, y regresó en silencio a terminar su torta. Ahora sí comprendía por qué era tan deliciosa la comida que Marta preparaba.

Añadámosle una pizca de amor a todo en nuestra vida. Jesús te pedimos que nos muestres tu gran amor y que nosotros sintiéndolo en lo más profundo de nuestras entrañas podamos amar así a los que nos rodean. Seamos personas que llenan de amor todo lo que tocan y todo lo que hablan, todo lo que piensan, todo lo que siente y todo lo que reflejan sus actos. Amén