2024
CICLO B TIEMPO ORDINARIO XXX
La escena del evangelio de este domingo
se encuadra en la subida de Jesús a Jerusalén, la ciudad santa. Ha estado
enseñando, curando, compartiendo con sus paisanos de Galilea; salió de
Cafarnaúm, acompañado de sus seguidores, camino de Jerusalén. Llegan al oasis
Jericó, ciudad de las palmeras a orillas del Jordán, separada de Jerusalén a 25
Km de desierto. Al entrar en la ciudad, al borde del camino, Bartimeo, un
mendigo ciego, con su manto extendido por el suelo para recoger limosnas de los
viandantes, al enterarse, de que pasaba Jesús, sobreponiéndose al griterío de
la gente y desoyendo las amonestaciones de los acompañantes, a voz en grito
reclama la atención de Jesús: Hijo de David, ten compasión de mí.
Bartimeo, sumido en la oscuridad más absoluta, pero la ceguera de los ojos
de su cara no le impide tener confianza en lo que Jesús puede hacer por él y no
renuncia a ello.
Por eso, alza su voz y grita pidiendo
misericordia, grita sin reparos, es el grito de esperanza que le va a permitir
salir de la oscuridad. Llega su momento, su oportunidad, y salta como un
resorte, sin protección, sin seguridad; es como un salto al vacío, sin miedo y
sin temor, pero con una confianza en ese desconocido, Jesús, con una fe firme,
plena y completa.
Y Jesús siente compasión; siente el
dolor de Bartimeo desde lo más profundo y lo hace suyo, siente su dolor. Jesús,
que siempre está pendiente de quien lo pueda necesitar, le manda llamar y, al
enterarse de ello, Bartimeo da tres momentos que le van a cambiar la vida:
suelta el manto, da un salto, y se acerca a Jesús.
La fe ciega (y nunca mejor dicho) de
Bartimeo en Jesús le pone en movimiento, le urge. Y a nosotros, ¿nos moviliza?, ¿nos implica? Creer
en Jesús ciegamente es adherirse a Él con la certeza de que tiene respuestas
para nuestras vidas. No podemos quedarnos en la apatía de una vida ya acabada,
sin nuevos alicientes, como si ya hubiéramos hecho cuanto podíamos hacer.
Como a Bartimeo, Jesús nos pregunta a
cada uno de nosotros ¿qué quieres que haga por ti? Y por fin llega nuestro
momento, el de hablar con Dios, de corazón a corazón, Él sabe cuáles son
nuestras necesidades y carencias, hemos escuchado su Palabra, pero ahora Él
quiere escuchar nuestras palabras, con sinceridad y sencillez. Quiere que nos reconozcamos
tal y como somos, y cuál es nuestra auténtica realidad.
No olvidemos que cualquiera de nosotros
podemos ser Bartimeo, postrados en ese camino, pidiendo limosna a un mundo que
apenas nos da unas monedas de falsa felicidad, y quieren que hablemos bajito,
que no gritemos, que no molestemos. Nunca pretendemos molestar, pero tenemos
que gritar frente a los que nos quieren hacer callar.
Curado de su ceguera por Jesús, el ciego
Bartimeo no solo recobra la luz, sino que se convierte en un verdadero “seguidor”
de su Maestro, pues, desde aquel día, le seguía por el camino. Es
la curación que necesitamos todos nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario