sábado, 26 de octubre de 2024


 

¡SEÑOR…QUE PUEDA VER!

Muchos de nosotros vivimos en una catarata crónica; confundimos la realidad con la fantasía; la alegría con la felicidad momentánea, la paz interior con el puro fuego de artificio.

El viejo adagio “ojos que no ven corazón que no siente” se convierte también en pauta para pasar de largo ante la miseria humana.

Hoy incluso, al margen de la iglesia y en contra de ella, hacen de su capa un sayo.

Que sea consciente de las cegueras que salen a mi encuentro.

Que esté dispuesto, siempre que haga falta, a reconocer que el mejor oftalmólogo para mis ojos eres Tú; que la escucha del Evangelio es la mejor receta, la eucaristía el colirio más saludable y certero; la oración la mejor intervención quirúrgica para saber hacia dónde y cómo mirar; una iglesia la mejor consulta para la miopía.

Es el mundo quien al borde del camino necesita una palabra de aliento.

Es la humanidad arrogante y hedonista pero vacía.

Es el ser humano que quiere y no puede dirigirse en la dirección adecuada.

Es la tierra que en un afán de verlo y entenderlo todo se niega a la visión de Dios.

Es el grito de aquellos que queremos estrenar “gafas nuevas” para andar por caminos nuevos sin miedo a caernos. Amén

 

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