2024
OCTUBRE MEDITACIÓN EUCARISTICA.
Ciegos
y sordos
Querido
Jesús sacramentado de nuevo delante de ti nos encontramos para recuperar ánimo
y adquirir fortaleza para la lucha cotidiana. Estamos convencidos que contigo
nuestra vida adquiere un mayor sentido y nos sentiremos robustecidos en nuestros
quehaceres cotidianos.
Tantas
veces nos encontramos que pasamos por la vida sin darnos cuenta de lo que
sucede a nuestro alrededor y por tanto al no ver, al no oír las necesidades de
los que nos rodean no podremos asistirles en sus necesidades. Estamos inmersos
en una sociedad donde todo está interactuado y lo que sucede a otras personas, algún
día nos puede suceder a nosotros.
Seamos
conscientes de que somos personas sociales y no solo individuos que viven
aislados completamente del resto de la humanidad. El Señor Jesús nos enseñó a caminar
por la vida siendo conscientes del suelo que pisamos y del ambiente donde participamos.
Escuchemos esta historia que nos hará reflexionar sobre esta realidad que estamos
comentando.
CIEGOS
Y SORDOS: Un
día una señora con sus hijas, iban caminando por la calle, cuando de repente vieron
una anciana parada en la orilla de la acera. Extendió la mano, y dijo algo que
ni siquiera escuchamos, porque andaba en sus cosas, problemas y demás.
Sin
pensarlo ni intentar comprender lo que dijo la anciana, automáticamente puso su
mano en el bolsillo y le dio unas monedas, y siguieron caminando para coger su autobús.
Al
dar la vuelta a la avenida para ir hacia donde se dirigían, pudo darse cuenta la
señora que la viejita extendía la mano a una persona, y ésta la ayudaba a
cruzar la calle.
Era
eso lo que ella le dijo, ¡QUE LA AYUDARA A CRUZAR la calle! y ella, ciega y
sorda, no le puso atención.
En
ese instante, quería que retrocediera el tiempo y poder escuchar y ayudar a la
anciana, y se preguntaba: ¿Qué estarían sintiendo sus hijas?, ¿cómo tomarían
ellas la idea de ayudar a nuestros hermanos? si ella, que era su madre, no les
enseñó ese amor que debemos sentir hacia las personas. ¿Qué pensaría esa
anciana, que no pedía otra cosa más que AYUDA?
Fue
como un coscorrón que le cayó y le hizo pensar, pensar un poco más en los
sentimientos de las personas que nos rodean, en la manera de cómo nos tomamos las
cosas, y las pruebas que nos pone Dios a cada paso que damos. Ahora fue más
sensible y demuestra eso a sus hijas, con las que camina siempre. Y le pidió
también perdón a la anciana, en sus adentros, por haber sido tan inhumana y no
demostrarle el amor de Dios que tenía en su corazón.
Cuantas
veces Señor Jesús andamos por la vida con esa actitud de no ver y no escuchar,
solamente actuamos automáticamente ante los hechos que nos parece entender.
Pero qué lejos estamos de la realidad; muchas veces hay personas que sólo
necesitan un apoyo, una ayuda, una sonrisa, un ánimo, sin considerar las cosas
materiales, y que en ese momento no era necesario.
Me
imagino que a nadie de nosotros nos gustaría experimentar eso, que pedimos
ayuda y nos den unas monedas, como si con dinero lo pudiéramos arreglar todo. A
veces el ser humanos no necesita solo efectivos físicos y monetarios, sino una
mano tendida, unos ojos misericordiosos, unas manos que transmiten calor y
cordialidad y un corazón que sea capaz de sentir junto a los demás y entrar en sintonía
y empatía con los demás.
Te
pedimos Señor poder ser un buen ejemplo para los que nos rodean, para los demás,
ya que lo que sean ellos y los sentimientos que despierten, serán los
sentimientos y enseñanzas que nosotros les hemos transmitido y ellos reflejan.
No
caminemos por la vida ciegos y sordos, como si los acontecimientos y las circunstancias
no tengan nada que ver con cada uno de nosotros. No ver y no escuchar por
defecto físico se entiende y se comprende pero no ver y no escuchar porque no
nos interesa o porque las cosas y las personas nos son indiferentes es una
herida grave en la comunidad humana y en la fraternidad que Jesús vino a transmitir
y que nosotros somos sus continuadores. Amén
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