miércoles, 16 de octubre de 2024


 

2024 OCTUBRE ADORACIÓN EUCARISTICA

DR. TADEO MARTIN

 

Jesús sacramentado de nuevo estamos contigo en esta tarde para saborear tu presencia y sentir que nos amas, así como somos. No esperas a que seamos mejores para amarnos, porque nunca nos amarías. Nos quieres tal como somos y desde ahí podemos crecer y llegar a la estatura que tu soñaste desde siempre para cada uno de nosotros. Estamos convencidos que tu nos amas a pesar de nosotros mismos. Escuchemos esta interesante historia.

DR. TADEO MARTIN: Cuando el Dr. Martín era un joven alumno de la escuela de medicina, estaba profundamente convencido de la estupidez que suponía llenar el mundo de enfermos incurables y seres inválidos. Defendía ardientemente la eutanasia, y acostumbraba discutir esos temas con sus compañeros de clase.

- Pero si ésa es precisamente nuestra misión -le contestaban-. Estamos aquí para cuidar del cojo, el lisiado y el ciego. La misión del médico - replicaba siempre Martín- es sanar a los enfermos, y si no existe remedio, lo mejor es que mueran.

Ya cursaba el último año de estudios cuando, cumpliendo sus deberes fuera del hospital, asistió en un barrio pobre de la ciudad, al parto de una inmigrante. Era el décimo chiquillo que la mujer traía al mundo, y había nacido con una pierna bastante más corta que la otra. La fuerza de la costumbre hizo al médico soplar en la boca de la criaturita para iniciar la respiración, pero un momento después pensó:

- ¡Qué estoy haciendo! Está condenado a caminar toda la vida con su desdichada pierna.

Al principio pensaron que era parálisis infantil, pero resultó ser una infección virulenta tan poco frecuente, que sólo ha merecido breves referencias en los tratados médicos. En toda su larga práctica profesional, el propio Dr. Martín no había encontrado un solo caso de aquel mal.

Consultó a especialistas neurólogos, que movieron la cabeza con desaliento, y dijeron que no se conocía remedio para la enfermedad, cuyos progresos eran lentos, pero acababa siempre en parálisis, de mayor o menor grado.

- Sin embargo, hay un médico joven en el Oeste -dijo al doctor uno de los especialistas- que ha escrito recientemente un artículo sobre los éxitos obtenidos por él en algunos casos de esta enfermedad. Se llama T. J. Méndez. Si yo me encontrara en la situación de usted, iría a verlo.

El doctor voló con Ana a la pequeña clínica particular donde el Dr. Méndez había puesto en práctica el nuevo y revolucionario tratamiento terapéutico para los varios tipos de enfermedades que causan lesión. El Dr. Martín observó que su colega cojeaba pronunciadamente.

- Esta pierna corta me coloca entre el grupo de los lisiados - dijo el Dr. Méndez, al observar la mirada de su visitante. Los chicos me llamaban Pata-corta. Yo se los permito, y a ellos les encanta. La verdad es que me gusta más que mi verdadero nombre, Tadeo, que siempre me ha parecido un poco ceremonioso. Como a muchos chiquillos, me pusieron el nombre del joven estudiante de medicina que me trajo al mundo.

El Dr. Tadeo Martín tragó saliva, recordando que en aquella ocasión se había dicho a sí mismo: "El mundo no lo necesita para nada". ¡Cuan ciego era en aquel tiempo!

Alargó la mano al médico, cuya ciencia haría posible que Ana volviera a caminar, y dijo:

- Es mejor ser lisiado que ciego.

Señor Jesús que ciegos somos a veces, no valoramos lo que tenemos y no sabemos cómo enfrentar las circunstancias de la vida. No es tu APTITUD, sino tu ACTITUD, lo que determina tu ALTITUD, es decir tu altura moral y humana.

La vida es el primer y uno de los regalos más preciosos que recibimos de Dios. Ninguna vida es un “error de Dios” aunque venga con limitaciones. Dios así la creó, y aunque pueda ser fuente de sufrimiento para quien padezca las limitaciones, siempre será feliz si cumple con el fin para el cual Dios la había creado. Nunca nos podremos imaginar el propósito que iluminó a Dios cuando creó una nueva vida; hacen falta años para que esa vida se desarrolle; y si es fiel a los designios de Dios, entonces entenderemos el porqué. Aunque en el fondo de todo, Dios tiene un porqué muy especial para crear una nueva vida: el amor que nos tiene. Amén

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