miércoles, 9 de octubre de 2024

2024 OCTUBRE MEDITACIÓN EUCARISTICA.

El ingrediente secreto de Marta

 

Ante ti Jesús sacramentado queremos estar unos momentos de reflexión para aprender de ti a vivir con delicadeza y amor. Que todo lo hagamos por amor. Escuchemos esta historia

El ingrediente secreto de marta: Cada vez que José pasaba por la cocina, veía un pequeño envase de cerámica que se encontraba en la repisa de la cocina. Es probable que no hubiera notado su presencia, si Marta no le hubiera dicho en repetidas ocasiones que nunca debía tocarlo. La razón, decía, es que contenía una "hierba secreta" de su madre y como no había manera de reponerla, se preocupaba si José u otra persona lo levantaba y miraba en su interior, porque podrían dejarlo caer accidentalmente, y esparcir su valioso contenido. En realidad, el envase no tenía nada especial. Por su antigüedad, gran parte de sus colores originales, rojo y oro, se habían desvanecido. Podía saberse por dónde lo habían agarrado una y otra vez cuando lo levantaban y retiraban su apretada tapa.

Lo único que José sabía a ciencia cierta era que, poco después de su boda con Marta, su madre le había traído el envase y le había dicho que usara su contenido tan amorosamente como ella lo había utilizado. Y lo hizo fielmente. José nunca vio que Marta cocinara un plato sin tomar el envase de la repisa y espolvorear un poquito de "hierba secreta" sobre los ingredientes. Incluso cuando horneaba tortas y galletas, veía que les añadía una pizca de esa hierba, antes de introducirlas en el horno. Cualquiera que fuera su contenido, era seguro que surtía efecto, pues José creía que Marta era la mejor cocinera del mundo. Y no era el único en opinar así; todos los que alguna vez comían en su casa, alababan extraordinariamente su arte culinario.

Aquella "hierba secreta" era tan fina que, cuando Marta la espolvoreaba sobre la comida que estaba preparando, José no podía determinar su textura. Era obvio que tenía que utilizar muy poca, pues no tenía cómo llenar de nuevo el envase. De alguna manera, Marta consiguió que durara más que los treinta años que llevaba de matrimonio hasta entonces.

Ben sentía cada vez más su tentación de mirar el contenido de aquel envase, aunque fuera una sola vez, pero nunca llegó a hacerlo. Un día, Marta enfermó. José la llevó al hospital, donde tuvo que permanecer toda la noche. Cuando regresó a casa, se sintió muy solo. Marta nunca había pasado la noche afuera. Cuando se aproximaba la hora de cenar, se preguntó ¿qué haría?, como su mujer le agradaba tanto cocinar que él nunca se preocupó por aprender a hacerlo. Cuando entró a la cocina para ver qué había en el refrigerador, el envase de la repisa apareció de inmediato ante sus ojos. Se sintió atraído hacia él como un imán.

Apartó de inmediato la vista, pero una mortificante curiosidad lo hizo regresar. ¿Qué había en aquel envase?, ¿por qué no debía tocarlo?, ¿cómo era la "hierba secreta"?, ¿cuánto quedaba?

José apartó la vista de nuevo, y levantó la tapa de un molde para torta que estaba sobre el mostrador de la cocina. Ahhh...quedaba más de la mitad de una de aquellas tortas deliciosas de Marta. Cortó un buen trozo, se sentó a la mesa de la cocina y no había terminado el primer bocado, cuando sus ojos regresaron al envase. ¿Qué mal podría hacer mirando en su interior?, Tomó otro bocado, mientras se debatía consigo mismo... ¿debía hacerlo o no? Por último, no pudo resistir. Atravesó lentamente la cocina y con el mayor cuidado, tomó el envase de la repisa, temiendo esparcir el contenido. Colocó el envase sobre la mesa y, con mucho cuidado, levantó la tapa. Temía mirar en su interior. Cuando pudo ver bien, sus ojos se abrieron desmesuradamente... el envase estaba vacío, con excepción de un pequeño trozo de papel doblado en el fondo.

José trató de alcanzarlo; su mano grande y tosca luchaba por entrar. Lo tomó con cuidado por una esquina, lo retiró y abrió lentamente bajo la lámpara de la cocina. Contenía una pequeña nota garabateada, y José reconoció de inmediato la escritura de su suegra. Decía sencillamente: "Marta, a todo lo que hagas, añádele una pizca de amor".

Ben tragó saliva, colocó la nota y el envase en su lugar, y regresó en silencio a terminar su torta. Ahora sí comprendía por qué era tan deliciosa la comida que Marta preparaba.

Añadámosle una pizca de amor a todo en nuestra vida. Jesús te pedimos que nos muestres tu gran amor y que nosotros sintiéndolo en lo más profundo de nuestras entrañas podamos amar así a los que nos rodean. Seamos personas que llenan de amor todo lo que tocan y todo lo que hablan, todo lo que piensan, todo lo que siente y todo lo que reflejan sus actos. Amén

 

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