sábado, 14 de diciembre de 2024


 

2024 CICLO C TIEMPO DE ADVIENTO III

 

El Tercer Domingo de Adviento es el domingo de la alegría (o «Domingo Gaudete») porque está próximo el Señor. De ello nos hablan las lecturas de esta Eucaristía.

El profeta Sofonías nos habla de que Dios es feliz. Feliz por ti. Siempre la misma emoción: ¡exultará de alegría por ti! Exultar es el verbo de la danza.

Pero inmediatamente después, el Evangelio por medio de Juan bautista, el profeta áspero y seco, nos pone los pies en la tierra y nos devuelve a lo cotidiano,

Juan Bautista anuncia en el desierto, ante la multitud, que está a punto de llegar el Señor, y todos deben prepararse para ello, haciendo obras que den buen fruto. Mucha gente acude a él: desde Jerusalén tardaron días en caminar, ¿Qué buscan? Sus preguntas son precisas, serias: ¿qué debemos hacer?

Y las respuestas son claras y serenas; apuntan a pequeñas opciones posibles para todos.

La primera: el que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene, y el que tenga comida que dé una al que no tiene. La economía de la acumulación es sustituida por la economía del don, la compra convertida en compartir. “La conversión pasa por los bolsillos” (Papa Francisco),

El verdadero problema del mundo no es la pobreza, sino la acumulación: hay pan suficiente para todos en la tierra, y falta por la avaricia de unos pocos. Juan nos dice a todos que hagamos un esfuerzo por compartir lo que tenemos. Sobre todo, lo que Jesús nos pide es que compartamos nuestro cariño y nuestra alegría.

La segunda: No exijamos nada más de lo que está fijado. Apliquemos la honestidad. No la de los demás, sino la mía, la única que está en mi mano. No maltratar ni extorsionar a nadie. No nos aprovechemos de nuestra posición para humillar; no abusemos de nuestra fuerza para maltratar o hacer llorar.

Juan no pide nada extraordinario, sino que señala cosas realizables para cualquiera: no pasemos por el mundo como depredadores y abusadores.

En estos días previos a la Navidad, ¡miremos hacia arriba! La cabeza alta, para ver la sonrisa y la danza de Dios. Saber que somos amados, por ese fuego, y eso nos basta.

La Navidad es una fiesta pensada para vivir el Reino de Dios, cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús junto a nuestros familiares o con nuestra comunidad. El Niño Jesús nace en nuestro corazón y en nuestro mundo para hacerlo más humano y más fraterno. La Navidad nos tiene que hacer más humanos y más auténticos, ojalá la coherencia y el sentido común brillará en nuestros días con todo su esplendor y así compartiremos todos juntos su amor y felicidad.

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