Dice Dios: cada vez que nace un niño sigo
confiando en vosotros, porque entregaros un hijo es delegar mucho de mí en
vosotros: es haceros continuadores de mi obra, portadores de mi Espíritu, padres
y madres de mi evangelio vivo y cuna del mundo al que tanto quiero.
Todo niño viene a través vuestro, y toda
buena noticia se encarna en vuestro seno.
Pero la fuente de la vida, tiene su
origen en mis entrañas y en el amor desbordado que a veces os alcanza.
Acostumbraos, pues, a verme en ellos; su
frágil transparencia es mi presencia que os ilusiona, mi navidad más humana, mi
palabra encarnada, verdaderos sacramentos en la historia.
En ellos abrazáis mi ternura hecha carne
vuestra; en ellos os solidarizáis con mi debilidad y también con mis sueños y
esperanzas más íntimas.
Deteneos de vez en cuando ante
ellos, contempladlos despacio: estáis ante el misterio de la vida, ante el
milagro del amor, ante la mejor buena noticia, gratuita.
Permanezco junto a vosotros, día y
noche, empeñado en cuidarlos, y cuidaros, con mimo para que crezcan y continúen
mi obra, -la vuestra, la nuestra, entendámonos-.
Contad siempre conmigo.
Yo me alegro de poder contar con
vosotros.
Amén
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