DEJAME, SEÑOR
Que me acerque hasta el umbral del portal y
comparta, con José y con María, este momento en el que, el cielo se regala
generosamente, y no toda la tierra se abre ni dice ¡gracias, Señor!
Que me haga eco de tu nacimiento y proclame a los
cuatro vientos que la pequeñez es signo de grandeza que Dios humanado es divino
también que, a Dios, por ser Niño, se le comprende y se deja querer.
Que te arrulle, con mis manos, a pesar de mis
fragilidades te cante villancicos, aunque mi vida desafine que te cubra con mi
abrigo, aunque sea demasiado elegante.
Déjame, buscarte en donde el mundo jamás quiere que
yo encuentre, en la sencillez de una morada en el silencio de una noche
estrellada en el regazo de una mujer aldeana y pobre en la mirada de un hombre
confiado y generoso.
Déjame, Postrarme ante tus pies.
Y hacer acto de alabanza y de fe.
Darte el aliento que el mundo necesita de ti.
Y que tú me des, si quieres y lo deseas, alas para
volar de valle en valle, de casa en casa, de barrio y en barrio anunciando lo
que mis ojos ven y lo que mi corazón siente:
¡Ha nacido el Dios de Israel! ¡Aleluya!
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