sábado, 21 de diciembre de 2024


 

Para acoger la vida y portar al Dios que nos crea, hay que ser, con humilde dignidad, hueco suave y cálido, tan entrañable y gratuito que sorprenda a quienes nos miran.

Vaciarse de otros proyectos, de otros sueños y embarazos, y de cordones umbilicales que nos retengan, como si fuéramos necesarios, cuando lo que somos es servicio.

Para acoger la vida y portar a Dios con alegría hay que ser vírgenes como María para que el Espíritu repose en nuestras entrañas dormidas y nos embarace con energía.

Para acoger al Dios que viene y es la vida basta ser hueco, vacío hecho regazo, entraña, virgen enamorada.

Pero, a veces, para no perder la esperanza, hay que pasar noches en vela y tomar decisiones arriesgadas, como José, el esposo de María, y aceptar que el Espíritu desborde nuestra cabeza, corazón y entrañas.

Para que nazca la vida y Dios se haga Emmanuel ahora, hay que acoger con ternura a toda persona que lo necesita y vaciarse de miedos y pesadillas.

Heme aquí, Señor de la vida, intentando ser hueco suave y cálido y gozar de tu compañía.

Amén

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