miércoles, 4 de diciembre de 2024


 

2024 DICIEMBRE ADORACIÓN EUCARISTICA

El lobo y Caperucita roja

Querido Jesús sacramentado nos reunimos delante de ti para saborear tu presencia y pasar unos momentos relajados contigo. Tantas preocupaciones nos abruman. Ahora que estamos iniciando este tiempo de Adviento, tiempo de espera y esperanza, queremos reflexionar sobre lo que va pasando a lo largo de los años, las influencias de nuestro entorno, experiencias personales, relaciones sociales, nos vamos haciendo una estructura mental con la que vamos entendiendo la vida, y la interpretamos a través de todos estos filtros que nos hemos ido creando.

Además, instintivamente mantenemos un punto de vista “egocéntrico” sobre lo que ocurre en el mundo y partimos de la base de que los demás tienen que sentir igual que nosotros. Todo esto hace que muchas veces tengamos una visión distorsionada de la realidad y si nuestra percepción está distorsionada, también nuestras emociones y conductas resultarán distorsionadas, serán exageradas o inadecuadas. Como ejemplo de lo alejados que estamos de la realidad, oigamos este cuento de toda la vida y seguramente hasta ahora nunca se nos ocurrió que podría haber sido así. Es el cuento desde el punto de vista del lobo.

El lobo y Caperucita roja: El bosque era mi casa. Yo vivía allí y cuidaba de él. Intentaba mantenerlo limpio y bonito. En un día soleado, mientras quitaba la basura que había dejado unos domingueros, escuché unos pasos. Di un salto y me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla que bajaba por el sendero, trayendo consigo una cesta.

Enseguida, sospeché de ella porque iba vestida de una manera ridícula, toda de rojo y con la cabeza tapada como si no quisiera que la nadie la reconociera. Me acerqué y le pregunté quién era y adónde iba y más cosas por el estilo.

Me contó que iba a ver a su abuelita para llevarle comida. En el fondo, me pareció bastante honesta, pero estaba en mi bosque y parecía extraña con esa capucha tan rara. Decidí, pues, enseñarle lo peligroso que era cruzar el bosque sola y yendo vestida de esa manera. Dejé que siguiera por su camino, pero me adelanté a casa de su abuela. Cuando vi a aquella amable viejecita, le expliqué mi inquietud y ella estuvo de acuerdo en que su nieta necesita enseguida una lección. Acordamos que la abuelita se escondiera hasta que yo la llamara.

Yo me había acostado disfrazado con la ropa de la abuela. La niña, toda blanca y roja, entró y dijo algo nada simpático acerca de mis grandes orejas. Ya me habían insultado otras veces y entonces me esforcé y le sugerí que mis grandes orejas me servían para oír mejor. Ella volvió a hacer otro comentario sobre mis ojos saltones. Que niña tan antipática. Y le dije que mis ojos saltones me servían para verla mejor. El siguiente insulto me hirió profundamente. En efecto, mi problema es que tengo los dientes muy grandes y ella hizo una observación ofensiva sobre ellos. Enfadado salté fuera de la cama y le dije, gruñendo, que me iban a servir para comérmela mejor.

Hablemos en serio: ningún lobo se comería a una niña y todo el mundo lo sabe.

Pero la chiquilla empezó a correr por toda la casa como una loca, gritando y yo siguiéndole para tranquilizarla. Me quité la ropa de la abuela y aún fue peor. De repente, se abrió la puerta de la casa y apareció un enorme guardabosque con un hacha. Le miré a los ojos y no tardé en comprender que me había metido en un lío. Había una ventana abierta y me escapé por ahí.

Me gustaría decir cómo terminó toda la historia, pero aquella abuela nunca contó mi versión. Al cabo de poco tiempo, se difundió la voz de que yo era un tipo muy malo y antipático, y todo el mundo empezó a evitarme. No he vuelto a saber nada de la niña, que vestía de aquella ridícula capucha roja, pero después de aquel día ya no he podido ser feliz.

Señor Jesús como se pueden distorsionar las historias y la realidad. Ayúdanos a ver con los ojos del corazón y a sentir con lo más profundo de nuestro ser. A mejorar nuestra curiosidad y capacidad de percepción, a abrir nuestra mente pensando de un modo menos convencional y descubrir otros puntos de vista que no son los más habituales u obvios. Entonces veremos que tenemos más de una posibilidad en cada situación, estableceremos relaciones más significativas, viviremos nuevas experiencias y nos encontraremos ante un mundo de posibilidades infinitas. Que este tiempo de adviento fortalezca nuestra ansia de esperar al Señor de la vida que viene para traernos la paz y la salvación. Ven señor Jesús.

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