2025 CICO C MIERCOLES
DE CENIZA
Hoy, con la señal de la ceniza,
iniciamos un camino de cuarenta días que nos conduce al corazón del misterio
cristiano: la muerte y resurrección de Cristo. Es una invitación a detenernos,
a cuestionarnos, a reconocer quiénes somos y hacia dónde vamos. Las lecturas de
hoy nos ofrecen una brújula para orientarnos en este desierto cuaresmal.
El profeta Joel: Rasgad vuestro
corazón y no vuestros vestidos. Dios no pide lágrimas teatrales ni gestos
exteriores, sino un corazón humilde. Frente la apariencia la autenticidad.
Las cenizas que hoy colocaremos sobre
nuestras cabezas nos invitan a redescubrir el secreto de la vida. Nos dicen:
¿hasta cuándo llevaremos la armadura que cubre el corazón, disfrazándonos con
la máscara de las apariencias? Tengamos el valor de inclinar la cabeza y mirar
en nuestro interior, descubramos la presencia de un Dios que siempre nos ha
amado y siempre nos amará; sólo entonces, se romperá la coraza; sólo entonces
podremos sentirnos amados con un amor eterno.
Las cenizas nos recuerdan que somos
frágiles, mortales, pero infinitamente amados.
En el Evangelio, Jesús nos previene
contra la tentación de vivir la fe como un espectáculo. Ayuno, oración,
limosna: no son trofeos para exhibir, sino instrumentos para liberarnos de las
ataduras que nos alejan de Dios.
- El ayuno no es una dieta espiritual,
sino una manera de decir: No soy esclavo de mis deseos; tengo hambre de Ti,
Señor.
- La oración no es una lista de
peticiones, sino silencio y escucha: ¿Qué quieres de mí, Señor?
- La limosna no es un gesto de
superioridad, sino un acto de justicia: reconocer que todo lo que tengo es un
don, y debe ser compartido.
La ceniza que recibimos no es un signo
individual, sino un compromiso común. Somos un pueblo en camino, que apoya a
los que han tropezado, reza por los que tienen dudas, comparte con los
necesitados.
En una época de divisiones e
individualismo, la Cuaresma nos pide que seamos fermento de comunión: familias
que rezan juntas, comunidades que acogen, cristianos que testimonian con
alegría que la vida no acaba en el polvo, sino que florece en la Resurrección.
La ceniza nos dice que somos polvo:
«polvo eres y en polvo te convertirás», pero polvo precioso a los ojos de Dios.
Como Adán, moldeado de la tierra, estamos llamados a ser moldeados por sus
manos.
No desaprovechemos estos 40 días. Dejémonos
guiar por tres sencillas preguntas:
- ¿Qué debo apagar (hábitos,
palabras, pensamientos) para dejar espacio a Dios? ¿Qué debo encender
(oración, perdón, caridad) para calentar mi corazón? ¿Con quién debo caminar
para no perderme en el desierto?
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