sábado, 29 de marzo de 2025

                                 2025 CICLO C

                  TIEMPO DE CUARESMA IV

 

La segunda carta a los Corintios nos recuerda que la fe en Cristo lleva consigo una actitud abierta a lo nuevo. Dios se va revelando a través de la Historia en los acontecimientos nuevos de cada día.

La parábola del hijo pródigo viene a ser un reflejo de esa novedad que ya ha comenzado. Descubrirnos en esta parábola la tragedia de un padre que, a pesar de su amor increíble por sus hijos, no logra construir una familia unida. Vamos a acercarnos al texto a través de sus personajes:

- El hijo menor aparece como exigente, interesado, derrochador, juerguista. En sus correrías pasa de ser hijo a porquero, al pasar hambre se da cuenta de su propia degradación e indignidad, es el punto de inflexión para volver a su casa.

- El hijo mayor es obediente, trabajador pero servil, no valora todo lo que tiene ante sí. La vuelta del hermano y la reacción del padre le indignan; una cierta envidia le corroe, nunca ha celebrado ninguna fiesta con sus amigos; se diría que se ha cansado de ser sumiso a pesar de que el padre trata de persuadirle para que entre en la fiesta y ocupe el lugar de hijo y de hermano que le corresponde. En realidad, los dos hijos hacen sus cálculos interesados con un criterio de reparto distributivo.

- El padre manifiesta en todo momento su bondad, su compasión y su perdón. Permanece siempre alerta esperando el regreso del hijo y sale al encuentro de cualquier hijo extraviado o equivocado. Lo abraza fuertemente, le besa, se le conmueven las entrañas por su hijo, un gesto íntimo, profundo, de compasión y de alegría. Su palabra de autoridad le devuelve su filiación: traje, anillo, sandalias y banquete como símbolo de comunión. No hay tiempo que perder. La queja del hijo mayor se disuelve ante la alegría del reencuentro. “Hijo, si tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y lo hemos encontrado”. El padre se sitúa en otro nivel de bondad, de perdón, de gozo.

- Esta parábola es también nuestra historia. Cada uno de nosotros somos eses hijos menor o mayor. Hemos experimentado el dolor de las equivocaciones, las incoherencias, las falsedades, las conductas mezquinas que provocan dolor y sufrimiento en nuestro mundo.

Jesús nos muestra que el corazón del Padre está inquieto y preocupado por encontrarnos. Son falsas las imágenes de un Dios autoritario, distante y legalista. Jesús nos invita a contemplarlo en aquel padre que sale corriendo a nuestro encuentro por propia iniciativa, desconcertante e inimaginable; con su abrazo estrecha todos nuestros errores, acoge nuestras heridas, envolviéndonos en una mirada que lo perdona y lo olvida todo. P

Ahora podemos comprender que la extraña conducta de Jesús de acoger a los alejados y perdidos era fiel reflejo de lo que él veía hacer al Padre tratando de convencernos de hasta qué punto nos quiere Dios y debemos amarnos nosotros.

Sin duda, en cada uno de nosotros conviven esas tres actitudes. ¿Cuál de ellas alimento?

 

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