miércoles, 5 de marzo de 2025


 

2025 MEDITACIÓN EUCARÍSTICA

EL VALOR DEL SACRIFICIO

Con el miércoles de ceniza iniciamos un nuevo tiempo litúrgico, la Cuaresma. Un tiempo de gracia para ir purificando nuestra adhesión a Jesús. Por esto en esta tarde del miércoles de ceniza, delante de ti Jesús sacramentado venimos a adorarte y a meditar junto a ti la necesidad que tenemos de cambiar, de purificar, de convertir nuestras actitudes, comportamientos, gestos, palabras etc. Al iniciar la cuaresma te pedimos que nos abras los ojos y que seamos capaces de ver que la vida fácil y cómoda es un obstáculo para muchos de nosotros para perseverar en la fe y en la caridad, escuchemos este hermoso relato.

El valor del sacrificio: Había una vez un padre con tres hijos. Los llamó y les dijo:

- Hijos míos, yo ya soy muy viejo. Voy a morir y vosotros no conocéis aún el poblado del que vienen vuestros antepasados. Así que poneos en marcha, id y saludad a la familia. Pero tendréis que ir a pie, porque no hay caminos, pero para lo que pueda haceros falta cada uno llevará un tronco de árbol que yo os daré.

El poblado estaba muy lejos, pero los hijos obedecieron.

- Al poco de comenzar a caminar, el mayor dijo: Lo que papá nos pide es absurdo; es imposible andar con este peso encima. Así que tiró el tronco, y continuó el camino mucho más rápido que sus dos hermanos.

- Más adelante, el segundo dijo: Nuestro hermano mayor tiene razón, pero como no quiero desobedecer a papá, cortaré el tronco por la mitad para aligerar la carga.

El hermano menor quedó rezagado, con su gran tronco a cuestas, preguntándose por qué su padre les hacía sufrir así. Pero, a pesar de no comprender, siguió con su carga, fiel a lo que el padre les había dicho.

Los dos primeros llegaron mucho antes que él al poblado. Sólo que, delante de la entrada, un profundo barranco por el que discurría un río muy caudaloso les cortaba el paso. El mayor trató de saltar, pero no llegó y se precipitó en el vacío y se mató. El segundo intentó usar su medio tronco de puente, pero la madera no alcanzaba, resbaló, y cayó también.

Cuando llegó el pequeño, exhausto y medio muerto por el esfuerzo, vio y comprendió. Su tronco tenía las dimensiones justas para servir de puente sobre el precipicio. Atravesó el barranco, entró en el poblado, y fue recibido con alegría por toda la familia.

Señor Jesús que bien podemos comprender aquello que nos dijiste tantas veces que si queríamos seguirte teníamos que abandonarlo todo y tomar la cruz de cada día.

Muchas veces, llegan a nuestra mente buenos propósitos de seguirte; pero desgraciadamente, pasando pocos meses son abandonados. La razón es siempre la misma: nos parece un camino difícil. Entonces, nos engañamos a nosotros mismos y nos fabricamos un camino “más fácil”, creyendo que de ese modo también podremos llegar hasta Ti.

Pasando un poco más de tiempo, abandonamos nuestro intento de ser mejores, pues ese camino que nosotros nos habíamos preparado era incapaz de darnos la felicidad. ¡Cuántas veces nos habrán ocurrido a nosotros cosas parecidas!

Hay una relación directa entre el amor que tenemos por algo y la capacidad de sacrificarnos por eso que amamos. Por ejemplo: una madre es capaz de hacer grandes sacrificios por su bebé de pocos meses porque le ama mucho. En cambio, con qué facilidad encontramos motivos suficientes para abandonar nuestras obligaciones, nos dejamos embaucar por nuestras flojeras y nuestros desánimos.

El sacrificio es la otra cara del amor. Todo amor auténtico ha de ser probado y purificado en el crisol del sacrificio. Así nos lo demostró Tú, Cristo en tu propia persona y así nos lo enseñaste a nosotros. Tu eres el Maestro, nosotros no somos más que discípulos. El buen discípulo se limita a seguir las enseñanzas de su Maestro, no se dedica a fabricarse las suyas propias.

A pesar de que la teoría está clara; las dificultades que se presentan en el camino, unidas a nuestro escaso amor, nos llevan a abandonar con facilidad nuestras metas. Ahí está nuestro error.

Todos tenemos un tronco que llevar. Tu Jesús nos hablabas de cargar con la cruz cada día. Al final del camino comprenderemos el porqué. Amén

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