sábado, 29 de marzo de 2025

Como hijo te avergoncé al irme de tu casa.

Dije que no eras buen padre.

Que mi autosuficiencia bastaba.

Me lance a nuevos rumbos Desconocidos, deslumbrantes.

Sin sentido mi dote daba.

Y a lo lejos tú esperabas.

A este hijo sin casa.

Por cobardía, por soberbia, no mire hacia tu casa.

Estaba embrutecido y en el barro me revolcaba.

Miraba los animales que se alimentaban.

Y yo solo era una sombra que tu amor y tus brazos extrañaba.

Regresaré para alimentarme.

No importa que no sea un hijo, si esclavo me llamas.

No importa si soy siervo, si puedo vivir en tu casa.

Mi camino de regreso doloroso se tornaba.

Al ver todas las posabas, donde mi alma despojada había sido saqueada.

Con caminar apesadumbrado, a tu casa me acercaba.

Con mil argumentos que mi mente preparaba.

Yo no te veía aun, pero tú a lo lejos me mirabas.

Reconociste en la sombra al hijo que amabas.

Saliste corriendo y mi camino se acortaba.

Yo lloraba de tristeza, de vergüenza; Tú de felicidad llorabas.

Esa tarde mis ojos hablaban: ¡Perdóname!

No, no digas nada y en un abrazo profundo me estrechabas,

Y en tus brazos mi alma, sus penas en lágrimas enjugabas.

Al oído me decías: No llores, es una fiesta.

Tú eres MI HIJO y esta es TU CASA.

Amén

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario