domingo, 11 de diciembre de 2022


      2022 AÑO A TIEMPO DE ADVIENTO III

Estamos ya en el tercer domingo de adviento y quiere despertar en nosotros los sentimientos de alegría que produce saber que Cristo está cerca, y libera a los pobres de sus males. Lo llamamos “Gaudete”, porque en él todo nos invita a regocijarnos, teniendo en cuenta quien es la causa, especialmente para los más pequeños, débiles y sencillos.

Cuanto más cerca de nosotros está el Señor, mayor es la alegría. Hoy su Palabra nos trae su presencia, y la inquietud de buscarlo, esperarlo, y hacerlo presente. Es nuestro reto en Adviento.

Nos ayuda a revisar nuestras expectativas mesiánicas a la luz del misterio de la Encarnación del Señor. El Señor vino, el Señor viene, y el Señor vendrá. Estas tres venidas resumen la pretensión de todo el tiempo de adviento, para hacernos cercano el Reino de Dios: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. Este es el resumen de Jesús como Mesías, enviado y estas personas son el rostro de un Dios que los mira con infinita ternura y que expresan su venida real y verdadera hoy. El Adviento es tiempo de renovar la fe en la salvación, para purificarla, a fin de que sea más auténtica.

¿Eres tú o tenemos que esperar a otro? Juan, el profeta de granito, el más grande nacido de mujer, no lo entiende. Jesús es demasiado diferente de lo que la gente espera del Mesías.

La respuesta de Jesús no es una declaración, no dice "sí" o "no". Nunca ha adoctrinado a nadie. Su pedagogía consiste en hacer surgir en cada uno respuestas libres y comprometidas. Porque dice: mira, observa, abre tu mirada; escucha, presta atención, estira el oído. La vieja realidad permanece, pero nace algo nuevo; una palabra aún inédita se abre paso en el viejo discurso. Dios crea la historia partiendo no de una ley, ni siquiera de la mejor ley, no de prácticas religiosas, sino escuchando el dolor de la gente: los ciegos, los tullidos, los sordos, los leprosos son curados, vuelven a ser hombres plenos, totales.

Dios empieza por los más pequeños. Cierto, es una cuestión de brotes. Por unos pocos ciegos curados, legiones de otros quedan en la noche. Es una cuestión de levadura, una pizca en la masa; sin embargo, esos pequeños signos pueden bastar para hacernos creer que el mundo no es un enfermo incurable.

Jesús nunca prometió resolver los problemas de la tierra con un paquete de milagros. Lo hizo con la Encarnación, perdiéndose en medio del dolor humano, entrelazando su aliento con el nuestro.

La fe está hecha de dos cosas: de ojos que pueden ver el sueño de Dios, y de manos tan laboriosas como las del agricultor que espera el fruto precioso de la tierra; lo hacen con esfuerzo, pero mientras hay esfuerzo hay esperanza.

Esta es la verdad de nuestra fe y es el único milagro que necesita la tierra, ser creyentes creíbles: gente seria y responsable, respetuosa y fraterna. La felicidad que nos trae la Navidad se debe reflejar en obras concretas.

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