2022 AÑO A TIEMPO DE NAVIDAD.
MISA
DE MEDIANOCHE
Ha nacido el Salvador.
Ésta es la buena noticia de esta noche de Navidad. Como en cada Navidad, Jesús
vuelve a nacer en el mundo, en cada casa, en nuestro corazón. Pero, a
diferencia de lo que celebra nuestra sociedad consumista, Jesús no nace en un ambiente
de derroche, de comodidades, de caprichos y de grandes comidas. Jesús nace con
la humildad de un niño, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Y lo hace de esta
manera porque es rechazado por los hombres: nadie había querido darles
hospedaje, ni en las casas ni en las posadas. María y José, y el mismo Jesús
recién nacido, sintieron lo que significa el rechazo, la falta de generosidad y
de solidaridad. Hoy los cristianos estamos llenos de alegría, y con razón. Como
afirma san León Magno: «Hoy no puede
haber tristeza en el momento en que nace la vida». La Nochebuena nos
proporciona una experiencia profunda: la esperanza que ilumina el corazón de
los seres humanos y nos mantiene de pie frente a la oscuridad. Hoy se cumple el
anhelo de los humanos porque nos ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor.
Lo realmente fascinante
de esta noche es la narración de Lucas que nos dice que esa esperanza irrumpe
en la historia, en un tiempo concreto de Augusto y Cirino, en los lugares
físicos concretos y reales de la Palestina del siglo I, en medio de una familia
concreta y particular, con sus nombres y su pasado y su presente, ante unos
testigos y con unas pruebas concretas, esa promesa de Dios de darle cumplimiento
a la esperanza del hombre de salvación, plenitud y sentido, se hace real.
Y de un modo
inesperado, este niño es el mismo Dios viene a cumplir su promesa. Se conecta
así el cielo y la tierra, Dios y el hombre, la gloria y el tiempo. Por eso los
ángeles y los cielos y la gloria que llena esta noche. Ese niño que crecerá y
vivirá, y enseñará, y se entregará hasta la muerte por amor para salvarnos, es
la misma esperanza hecha carne.
Pero no nos salvará
Dios sin nosotros mismos, al ser humano se le exige también algo. El misterio
de la Navidad nos exige dos cosas: una vida distinta frente al mundo
superficial y egoísta, es decir, vivir en la luz frente a la oscuridad; pero
también nos exige paciencia para los tiempos de Dios frente al tiempo del hombre.
Ese niño que hoy nos nace viene para recordarnos que la esperanza es posible.
Viene para volver a traernos la esperanza que tanto necesitamos.
Hoy es un día para
sentarnos junto al Belén, contemplar y callar, para dejarnos envolver por el
misterio más atrevido que jamás hayamos visto.
Pero no podemos olvidar
que este nacimiento nos pide un compromiso: vivir la Navidad del modo más
parecido posible a como lo vivió la Sagrada Familia. Es decir, sin
ostentaciones, sin gastos innecesarios, sin lanzar la casa por la ventana.
Celebrar y hacer fiesta es compatible con austeridad. Por otro lado, si
nosotros durante estos días no tenemos verdaderos sentimientos de solidaridad
hacia los rechazados, forasteros, sin techo, es que en el fondo somos como los
habitantes de Belén: no acogemos a nuestro Niño Jesús.
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