Hoy escuchamos un
Evangelio inmenso, que nos obliga a pensar en grande. Juan comienza con un
himno, un canto, que nos llama a volar alto, un vuelo de águila que impulsa a
Jesús de Nazaret hasta los confines del cosmos y del tiempo. En el principio
era el Verbo y el Verbo era Dios. En el principio y en las profundidades, en el
tiempo y fuera del tiempo. ¿Un mito? No, pues el vuelo del águila se eleva a
través de las tiendas del campamento humano: y vino a morar, acampó entre
nosotros.
Entonces Juan abre de
nuevo sus alas y se lanza hacia el origen de las cosas que existen: todo fue
hecho por medio de Él. Nada sin Él. "En el principio",
"todo", "nada", "Dios", palabras absolutas, que
nos ponen en relación con la totalidad y la eternidad, con Dios y el cosmos, en
una visión extraordinaria que abarca el tiempo, las cosas, el espacio, la
divinidad.
Sin él, nada de lo que
existe se ha hecho. No sólo los seres humanos, sino la brizna de hierba y la
piedra y el petirrojo de esta mañana, toda la vida ha brotado de sus manos.
Nada ni nadie nace de sí mismo....
Navidad: vino al mundo
la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre. Cada hombre, cada mujer,
cada niño y cada anciano, cada enfermo y cada emigrante, todos, nadie excluido;
ninguna existencia carece de una pizca de esa luz, ninguna historia sin el
destello de un tesoro, lo suficientemente profundo como para que ningún pecado
pueda extinguirlo jamás.
Entonces hay un
fragmento del Verbo en cada carne, un trozo de Dios en cada hombre, hay
santidad en cada vida.
La luz brilla en las
tinieblas, pero las tinieblas no la han vencido. La oscuridad no vence a la
luz. Nunca lo conquistan. La noche no vence al día. Repitámoslo a nosotros
mismos y a los demás, en este mundo duro y triste: la oscuridad no vence.
"En el principio
era el Verbo y el Verbo era Dios...". Que me gustaría traducir: en el
principio era la ternura / y la ternura era Dios. Y la ternura de Dios se hizo
carne. La Navidad es la historia de Dios que cae a la tierra como un beso.
La Navidad es la
emoción de lo divino en la historia (Papa Francisco). Por eso somos más felices
en Navidad, porque escuchas la emoción, ralentizas el tiempo, miras más a tu
gente y acaricias la vida. Jesús es la historia de la ternura de Dios, trae la
revolución no de la omnipotencia o la perfección, sino de la ternura y la
pequeñez: Dios en la humildad, el secreto de la Navidad. Dios en la pequeñez,
la fuerza perturbadora de la Navidad. Dios puso sobre la pobre paja como una
espiga nueva. No esperamos a Alguien que venga de repente, sino que queremos
tomar conciencia de Alguien que, como una luz, habita ya en nuestras vidas.
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