2022
DICIEMBRE. ADORACIÓN EUCARISTICA: MARÍA INMACULADA
Querido Jesús Eucaristía, estás aquí presente en medio
de nosotros en cuerpo, alma y divinidad y hoy es un día muy importante para
nuestra comunidad y para toda la Iglesia. Es el día de la Fiesta de la
Inmaculada Concepción de María.
Conmemoramos la mujer sin mancha del pecado
original, la mujer del sí a Dios y a su propuesta de paz y amor para todo el
mundo. Nunca como en estos tiempos ha habido tanta necesidad de rezar para la
paz y para que todos los hombres se conviertan y abran las puertas a Cristo.
María, Madre de la Eucaristía, que es también reina de la paz, nos ha dicho
muchas veces que la oración es un arma potentísima que puede detener las
guerras.
Tu Jesús Eucaristía, nos has dado a tu madre para
que descubramos el inmenso amor, la humildad, la esperanza y la Fe. Siempre
descubriendo la profunda belleza interior y espiritual de la Virgen.
La Virgen es la raíz de la Eucaristía, la
corredentora del género humano, la que, con su Sí, nos ha dado a Su Hijo y, a
través de él, la salvación. El propio Jesús le da el título más hermoso y más
agradable a Dios, el que cierra la historia, diciéndole: “Tú eres Madre de la
Eucaristía”.
La Virgen es la criatura humana que más ha amado. Es
el mismo Jesucristo que, mientras está en la Cruz, le confía la humanidad
entera, haciéndonos un inmenso don, sabiendo que, a la plenitud de su gracia,
corresponde la plenitud del amor que no tiene límites.
La Virgen es la humildad hecha persona. Cuando
Jesús, con los apóstoles, se desplazaba de un lugar a otro para evangelizar,
ella, a menudo, para dejar espacio al Redentor, permanecía detrás; era el Hijo
que luego, con amor y respeto, intervenía diciendo a la Madre que diera un paso
adelante porque la quería a su lado. Por otra parte, también los evangelios
hablan poco de la Virgen justo porque ella quería que fuese el Hijo el que
sobresaliera. Nuestra Madre, de hecho, ha vivido toda su vida en el
ocultamiento, a pesar de ser la Madre de Dios.
La esperanza es certeza, y no hay criatura humana
que haya sabido encarnar esta esperanza mejor que María. Ella misma es la
esperanza de la humanidad, mediadora entre Dios y el hombre, aquella que ha
continuado esperando y rezando incluso en el momento más dramático, bajo la
cruz, cuando ha visto morir a su Hijo, porque intuía que el Padre no lo dejaría
en el sepulcro, sino que dentro de poco resucitaría venciendo a la muerte.
La fe de la Virgen es más grande que la de los
santos que viven o que han vivido en la Tierra en todos los tiempos. Su fe
inquebrantable la ha sostenido hasta el momento de la resurrección de Cristo.
Es en su fe que tenemos que inspirarnos para no derrumbarnos y para arrancar de
Dios la gracia para la resurrección espiritual de toda la humanidad. A ella,
Señor, pedimos que interceda ante Ti para que, al mundo, que Tú has creado,
pueda volver la paz entre los pueblos y la paz en los corazones. A ella, Señor
le pedimos el triunfo de la verdad y el reconocimiento de los que han dado la
vida por Ti y por el renacimiento de Tu Iglesia.
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