sábado, 2 de marzo de 2024


 

2024 CICLO B CUARESMA III

 

El Templo de Jerusalén era el lugar sagrado y más significativo de la tradición religiosa y espiritual de Israel: allí se hacía memoria de la Ley y era el signo de su identidad y de su pertenencia exclusiva a Dios.

En la época de Jesús, el Templo se había convertido en un lugar comercial, y su “celo” por el Padre lo movió a realizar un gesto significativo, al estilo profético; un gesto que quedó grabado en el corazón de las primeras comunidades.

Este gesto de Jesús no sería muy espectacular. Atropelló a un grupo de vendedores de palomas, volcó las mesas de algunos cambistas y trató de interrumpir la actividad durante algunos momentos. No pudo hacer mucho más. Sin embargo, ese gesto fue lo que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el Templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y política. El Templo era intocable, allí habitaba el Dios. Él sabía que esos gestos proféticos le iban a llevar a la ruina, pero no podía permitir que el culto a Dios, su Padre, se desvirtuara. La frase el celo de tu casa me consume (Sal 69, 9), le reconcomía por dentro.

Para Jesús era el gran obstáculo, porque aquello era un mercado y se acumulaban grandes riquezas. Dios no legitimaría jamás una religión como aquella. El Dios de los pobres no podía reinar desde aquel Templo. Con la llegada de su reinado perdía su razón de ser.

La presencia de los vendedores y de los cambistas era necesaria para el culto y los sacrificios que se realizaban. La sensación era que la relación con Dios estaba marcada por la necesidad de “negociar” y obligar a Dios a ceder ante nuestros caprichos y no estaba basada en la gratuidad del amor. Esa relación comercial con Dios habla de un desconocimiento de su corazón y de su misericordia.

Las prácticas religiosas no pueden esconder una doble vida, una doble espiritualidad, una doble moral. El Templo, como lugar sagrado, es lugar de encuentro con el Dios paciente, compasivo y misericordioso, capaz de consolar nuestras tristezas, perdonar nuestros pecados, corregir nuestros errores y abrazar con misericordia nuestra fragilidad.

Desde Jesús su corazón es el lugar de encuentro por excelencia con el Padre. Sus palabras y sus gestos hacen visible y tangible la misericordia de Dios en medio de la historia de la humanidad. Para los pequeños, los humildes, los pobres el corazón de Jesús se ofrece como lugar de acogida cordial, de consuelo y de compasión.

Los cristianos somos templos de Cristo en medio del mundo y de la historia. Nuestra vocación y misión es ser un lugar y espacio sagrado donde las personas puedan encontrarse con el Padre a través de nuestra caridad y verdad. Un lugar donde puedan sanarse corazones y reconciliarse historias. Un lugar que haga visible que Dios es amor y lugar donde el Evangelio sea vida.

 

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