sábado, 23 de marzo de 2024

2024 CICLO B DOMINGO DE RAMOS

Mc 14,1-15,47

En este domingo de Ramos contemplamos la entrada de Jesús en Jerusalén donde la gente le aclamaba y le rendía honores de Mesías y a continuación el relato de la pasión nos dejará fríos y tocados. Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás. De ahí su decisión de ir hasta el corazón de los poderes facticos, hasta Jerusalén para enseñar desde allí al mundo entero.

He aquí el hombre, exclama Pilato ante las turbas enardecidas. El cuerpo de Jesús empapado en sangre aparece ante la mirada del universo. Su dolor es el de todos nosotros, a lo largo de los sinuosos caminos de la vida.

He aquí, el Hijo de Dios, proclama la comunidad de Jesús. Lo que vemos no es el esplendor del todopoderoso, sino el sufrimiento de un Dios apasionado. El amor es pasión y sufrimiento; decía San Agustín: “el que más ama se prepara para sufrir más”.

La Iglesia nace de la contemplación del Dios crucificado. “Lo que nos hace cristianos no son los rituales, sino la participación en el sufrimiento de Dios” (Bonhoeffer).

"¡Baja de la cruz!” gritaron los jefes y creeremos en ti. Pero si baja ya no es nuestro Dios, él prefiere la fidelidad hasta el final, solo así nos salva.

Sin embargo, el soldado, experto en muertes, ve más allá, entendió: "este era un hijo de Dios". ¿Qué vio en esa muerte que fue tan diferente? Vio a Dios.

- Un Dios al revés, que no sacrifica a nadie, se sacrifica a sí mismo, no rompe a nadie, se quiebra a sí mismo.

- Vio que el corazón de la pasión del nazareno era una pasión por Dios y el hombre. Morir así es sólo de Dios.

- Ve el poder supremo desarmándose, dando vida y perdón a los que dan la muerte, ve la violencia cancelada porque él la tomó sobre sí mismo.

- Vio que esta historia nuestra da a luz otra historia; que este mundo lleva otro mundo en su vientre.

Nunca entenderemos la cruz, no soportamos este amor demasiado claro; La fe es amor abandonado.

Nosotros aquí, desorientados y sorprendidos como las mujeres, sus discípulos, sentimos que en la Cruz hay atracción, misterio, seducción y belleza: un acto de amor perfecto.

Es la actitud salvadora de Jesús que inspiró su vida entera, es la que inspirará también su muerte. Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz.

Celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús, solidarizándonos con los crucificados.

 

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