martes, 19 de marzo de 2024


                              ¡QUÉ BIEN HABLASTE!

No dijiste palabra alguna, pero tus obras te delataron.

Tuviste espléndida esposa, más, como hombre de fe, la quisiste dejar para Dios.

En el horizonte de tu vida, con singular belleza, con nítida luz irradió la estrella de María; pero, también la humildad de tu candil, iluminó con el aceite de la sencillez, con el destello de tu obediencia, con el fuego de tu pobreza, con la llama de la verdad.

Sí, José; ¡qué bien hablaste!

Te escuchó el cielo, y a partir de ese momento, Dios comenzó a escribir tranquilo: el amor se hacía hombre en María, el amor era custodiado por tu mano, el amor era educado por tu inteligencia, el amor era trabajado, a golpe de cincel y martillo, en el banco de tu ser carpintero.

Sí, José; ¡qué bien hablaste!

Nunca, un ángel, llevó tan grata respuesta al cielo:

José cree y calla. José espera y duerme

José se fía y camina. José obedece y despierta.

Nunca, un ángel de las alturas, en un intento de descender sosiego, recibió en respuesta tu serenidad y tu paz como consuelo.

Tomaste a María como esposa

Recibiste a Jesús como hijo

Fuiste hombre de pocas palabras, pero tus obras hablaron. Amén

 

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