2024 MARZO ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
Señor Jesús en
esta semana santa, donde contemplaremos tu vida entregada y dada por amor. Tu
sacrificio y ofrenda de tu vida por cada uno de nosotros, y también
contemplaremos el resultado final de esa obra maravillosa que es tu vida de
resucitado. Que sepamos comprender lo importante que cada uno de nosotros somos
para ti y que para llegar a ser obra maestra tenemos que pasar por infinitas
pruebas y esfuerzos personales. El Padre de la vida nos hizo a su imagen y
semejanza y nos invita a que lleguemos a ser aquello que él pensó para cada uno
de nosotros desde la eternidad. Obra tuya somos y nos sentimos criaturas en
manos del alfarero, para que vaya modelando nuestras formas, nuestra figura y
nuestra manera de ser y de comportarnos. A veces la vida duele. Escuchemos esta
historia verdadera.
La Taza de porcelana: Se cuenta que una vez en Inglaterra, existía una
pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una
de esas tiendas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus
visitas a la tienda vieron una hermosa tacita.
- ¿Me permite ver esa taza? preguntó la señora, ¡nunca
he visto nada tan fino como eso! En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó
que la tacita comenzó a hablar.
- Usted no entiende. Yo no siempre he sido esta taza
que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un montón de barro.
Mi creador me tomo entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Luego
llegó el momento en que me desesperé y le grité: “Por favor” ya déjame en paz.
- Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: Aguanta un poco
más, todavía no es tiempo.
Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido
tanto calor. Me pregunté por qué mi amo querría quemarme, así que toqué la
puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi
amo que me decían: Aguanta un poco más, todavía no es tiempo. Finalmente se
abrió la puerta, mi amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara.
- Así está mucho mejor, me dije a mi misma, pero
apenas me había refrescado, cuando mi creador ya me estaba cepillando y
pintando. El olor a la pintura era horrible. Sentía que me ahogaba,
- Por favor detente... le gritaba yo a mi amo; pero
él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: Aguanta un poco
más, todavía no es tiempo...
Al fin mi amo dejó de pintarme; pero, esta vez me
tomó y me metió nuevamente en otro horno... No era un horno como el primero;
sino que era mucho más caliente.
Ahora sí estaba segura que me sofocaría. Le rogué, y
le imploré a mi amo que me sacara. Grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba
diciendo “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”.
En ese momento me di cuenta que no había esperanza.
Nunca lograría sobrevivir a ese horno. Justo cuando estaba a punto de darme por
vencida se abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una
repisa que era aún más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me
refrescara.
Después de una hora de haber salido del segundo
horno, mi amo me dio un espejo y me dijo:
- “Mírate” “¡Esta eres tú!”
- Yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que
veía era hermoso.
- Mi amo nuevamente me dijo: “Yo sé que te dolió
haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como
estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el
primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras
estrellado.
También sé que los gases de la pintura te provocaron
muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si no
te hubiera puesto en el segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo,
porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras.
¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡Eres lo que
imaginé cuando te comencé a formar!
Señor Jesús
que hermoso sentir que somos obra tuya y que, a pesar de los golpes de la vida,
de los sinsabores, de las amarguras, de las felicidades y alegría, estamos
siendo configurados a la imagen y semejanza del Padre. Te pedimos que sigamos
notando tu presencia a nuestro lado, solamente así nuestros caminos se irán
realizando según la dirección correcta. Sentir tu presencia nos anima y nos
ayuda. Nos consuela y nos fortifica. Jesús no nos desampares nunca, no nos
quites las dudas, los sufrimientos, las desilusiones, pero danos la fuerza y la
energía para poder soportarlos. Amén.
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