2024 CICLO B
VIGILIA PASCUAL
Queridos
hermanos en esta santa noche celebrando la liturgia más importante de todo el
año: la primera clave para entender lo que estamos celebrando es el fuego, la
historia y el agua.
Las
variadas lecturas que hemos proclamado y escuchado esta noche quieren guiarnos
por el sendero de Dios, quieren indicarnos un proceso pascual, es decir,
quieren conducirnos al encuentro con el Resucitado, con el portador de la Vida
Nueva, que se nos ofrece gratuitamente, por pura misericordia y amor de Dios.
No solo las lecturas, sino toda la liturgia: el fuego, la oscuridad, las luces,
las campanas, los cantos, el aleluya, el agua, la renovación de las promesas el
sacramento del bautismo, etc.
Fuego y agua
son los dos elementos indispensables para la vida biológica. Del fuego surgen
dos cualidades luz y calor, necesario para haber vida. El agua es el elemento
fundamental para formar un ser vivo. El 80% somos agua. Recordar nuestro
bautismo es la clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy, fuego y
agua simbolizan la nueva Vida de Jesús, porque le recordamos VIVO y comunicando
VIDA.
Celebrar
la Vigilia Pascual es aceptar y proclamar que la muerte no tiene la última
palabra, que la injusticia no tiene la última palabra, que el dolor y el
sufrimiento inocentes no quedan en vano. Esta noche debemos estar alegres,
contentos, dejar que nuestros corazones sean invadidos por la alegría que da el
Señor.
En un
mundo lleno de malas noticias, que parece rumbo a la deriva y sin señales de
mejoría, los cristianos una vez más, creemos que la Vida en abundancia está con
nosotros, que Dios no se ha quedado en la tumba, que la fuerza del Resucitado
es capaz de transformar nuestras vidas y nuestro mundo.
Así como
las mujeres que fueron al sepulcro a buscar a Jesús, escucharon la voz del
joven vestido de blanco, también nosotros hoy necesitamos volver a escuchar las
mismas palabras: “No os asustéis… No está aquí. Ha resucitado”
Esta
noche estamos todos enviados a compartir la gran noticia: ¡Jesús no está en el
sepulcro, ha resucitado! Hay que compartir con la comunidad, con la familia,
con los amigos, con todo el mundo. La fuerza del resucitado nos empuja y anima
a compartir nuestra fe en el Dios de la vida.
La vida
que esta noche celebramos no es la física, ni la psíquica, sino la
trascendente. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive
y cree en mí no morirá para siempre”. Solo el ser humano es capaz de conocer y
de amar, y por eso podemos acceder a la Vida divina.
Lo que
estamos celebrando esta noche es la llegada de Jesús a esa cumbre. Jesús, como
hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva, que es la de
Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna.
Por otro
lado, es importante volver a nuestra Galilea, a aquel lugar donde empezó todo,
donde fuimos llamados y elegidos, a aquel momento donde hemos sentido la voz
del maestro que nos llamaba para seguirle. En momentos de crisis, de muerte y
tristeza, hay que volver y descubrir la presencia del resucitado.
Creer en
la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en
esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús estuvo
constantemente muriendo y resucitando. Muriendo a lo terreno y caduco, al
egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida, la divina. Tenemos una concepción
estática del bautismo. Creemos que hemos sido bautizados un día y una hora y
que allí se realizó un milagro; sin embargo, el sacramento es dinámico,
continuamente avanza o decrece, por eso en unos momentos renovaremos nuestras
promesas bautismales.