martes, 28 de abril de 2020


ADORACION AL SANTISIMO, EN TIEMPO DEL COVID-19

El tiempo que pasa condiciona nuestra vida y sin embargo nos damos cuenta de lo relativo que es. Llevamos ya 46 días confinados y parece que el tiempo nos pasa volando o parece que no se “mueve” dependiendo de lo ocupados, distraídos, atareados que estemos.
Muchas veces nos quejamos de no tener tiempo, y vivimos abocados hacia afuera, y ahora después de tanto tiempo “en casa” empezamos a vislumbrar que cuanto más trabajamos nuestro interior lo que exteriorizamos es de mejor calidad, más auténtico. Tengamos ahora un momento de adoración ante el Señor.
Estamos en el tiempo de Pascua y cada día al leer las lecturas de los relatos de la Resurrección de Jesús y sus apariciones percibimos que no se narran desde lo histórico sino desde la experiencia.
Esa experiencia no es un privilegio de unos pocos: nace del deseo de encontrar la Vida dentro de nosotros y de darle espacio para que se expanda. Darle tiempo al silencio, tiempo para conectar con nuestro propio centro y ahí nace la certeza, se siente la presencia, la unidad con todo y con todos, una emoción difícil de describir, diferente para cada persona porque todos somos distintos.
La experiencia siempre es personal y comunitaria e íntima:
Personal porque somos únicos y diferentes como lo es toda la creación. Por eso también cada persona experimenta ese “encuentro” de forma personal y va ganando en profundidad a medida que vamos evolucionando.
Comunitaria. Precisamente al compartir las experiencias es donde nuestra fe se fortalece y se confirma. La comunidad es el lugar de la presencia de Jesús resucitado en la que experimentamos el amor, la aceptación y donde sentimos esa fuerza que se expande en el universo de comunión. Somos seres interdependientes y nuestra tendencia natural es hacia la común-unión, hacia la comunión.
Interiorizamos esta presencia de Jesús en medio de nuestra comunidad parroquial, confinada pero unida. Y nos sentimos unidos entre nosotros y a toda la creación, nuestra casa común. Ella está respondiendo de una manera insospechada. Se está purificando, está limpiándose, se está renovando. Para ella es una nueva oportunidad de revivir, de resucitar. El mundo natural puede ser admirado y entendido como reflejo de la Creación de Dios. La pena es que no habíamos captado esa dimensión sagrada de cada átomo, cada célula, cada ser en su complejidad. Nos situábamos como seres superiores observando, estudiando la creación, cosificándola…Todo es sagrado. Lo aprendemos ahora de nuestra hermana naturaleza y nos enseña que no debemos despreciar el contacto con la tierra, sino respetarla, amarla, cuidarla como ella hace con nosotros.
Nos pueden dividir las ideologías, pero no la búsqueda de sentido, de nuevos estilos de vida más acorde con el respeto mutuo, el respeto a la Tierra.

Oración:
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de Tú pasión; Te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de Tu Cuerpo y de Tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de Tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amen.

Tenemos un tiempo maravilloso, este tiempo de Pascua en el que se nos invita a soñar con una vida nueva, renovada, invadida por la presencia del Resucitado en medio de nosotros.


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