HABLANDO HACIA EMAÚS TE ENCONTRÉ
“Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea
llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo
sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se
puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para
reconocerlo. Él les preguntó: - ¿De qué vais conversando por el camino?”
Lc 24, 13- 17
Casi recién
estrenada la Pascua, en esta reclusión en la que todos nos encontramos,
volvemos al quehacer de cada día, a la rutina. Trabajando desde casa, inventado
motones de cosas para ir pasando el tiempo, aprovechando para recolocar y
ordenar la casa, o los pensamientos.
Pero lo
hacemos desde esa alegría del Resucitado. ¿Ha cambiado algo en mi día a día? Puede
que sí porque Tú no descansas. No te tomas semanas de vacaciones, y aquí
apareces, paseando a mi lado, ¡y yo sin darme cuenta! Y no te limitas a
quedarte ahí, no, ese no es tu estilo. Tu estilo es siempre mezclar tu mensaje
con mi propia vida. Así que me preguntas:
-“¿de qué vas
hablando?”.
Y entonces,
curiosamente, me quedo sin palabras. Y me doy cuenta de lo mucho que he hablado
ya estos días y ahora soy yo quien se pregunta si he hablado lo suficiente de
Ti.
Aprovechemos
esta ocasión de contemplar a Jesús resucitado en este momento de adoración y
quedemos en silencio ante él, la Pascua eterna. Él que se hace siempre presente
y encontradizo en nuestra vida.
Hacemos
silencio y contemplamos, Él está aquí a nuestro lado
Y ahora, que
me he parado un momento, te encuentro a mi lado. Por fin te miro y te
reconozco. Y recuerdo muchas cosas que me han ido pasando. Y empiezo a
escucharme y a saber lo que quiero para mí y lo que necesitan los demás. Y
decido pensar con calma para poder elegir las palabras que utilizar. Pero,
sobre todo, deseo esa calma para escuchar, siempre nueva, la palabra que más
tiene que decirme: la tuya, Señor. Y entonces pondré lo que tengo a tu
disposición, y probablemente no hagan falta ya las palabras, porque incluso
cuando no crea que lo hace, mi vida hablará de Ti; de esa palabra que llena y
que abrasa.
TU PALABRA
Haz de mi vida
bienaventuranza
pon en mi
mirada misericordia
abre mis manos
para dar sin precio,
y pon, pon en
mi boca tu palabra.
Trae a mis cadenas
tu liberación
pon en mis
engaños tu verdad profunda
pon en mi
cobardía tu evangelio valiente,
y pon, pon en
mi boca tu palabra.
Palabra que me
inquieta
Palabra que me
llama
Palabra que me
llena
Palabra que me
abrasa
Palabra que
pronuncio y todo cambia
La tierra late
con tu palabra
Palabra
recibida
Palabra
proclamada
Palabra que me
hiere
Palabra que me
sana
Palabra que se
encarna y todo cambia
La tierra late
con tu palabra
Hazme
compasivo, fiel hasta la cruz
Conduce mis
pasos, firme tras tus huellas.
La noche más
oscura enciende con tu presencia,
y pon, pon en
mi boca tu palabra,
Palabra que me
inquieta.
Amén
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