JUEVES SANTO
Hoy Jesús nos va a dejar tres regalos:
la Eucaristía; el amor fraterno y servicial y el sacerdocio.
Nos reunimos espiritualmente, para vivir
intensamente su entrega por amor nuestro. Os invitamos a que escuchemos
atentamente su Palabra; a que nos sintamos apóstoles sentados alrededor de la
mesa; a que nos dejemos lavar los pies y, luego, hagamos también nosotros algún
gesto de fraternidad con quien lo necesite.
Que este Jueves Santo tan especial,
donde todos estamos recluidos en las casas, abra las puertas de nuestros
corazones y las ventanas de nuestros sentimientos para que, Jesús, se quede
para siempre en el gran sacramento de la Eucaristía.
La liturgia del Jueves Santo es una
invitación a profundizar concretamente en el misterio de la Pasión de Cristo,
ya que quien desee seguirle tiene que sentarse a su mesa y, con máximo
recogimiento, acompañarle en todo lo que aconteció “en la noche en que iban a
entregarlo”.
Hoy recordamos de una manera especial la
Cena del Señor en la cual Jesús, un día como hoy, la víspera de su pasión,
"mientras cenaba con sus discípulos tomó pan..." Él quiso que sus
discípulos nos reuniéramos y nos acordáramos de Él bendiciendo el pan y el
vino: "Haced esto en memoria mía". Antes de ser entregado, Cristo se
entrega como alimento. Sin embargo, en esa Cena, el Señor Jesús celebra su
muerte: lo que hizo, lo hizo como anuncio profético y ofrecimiento anticipado y
real de su muerte antes de su Pasión.
Por otro lado, el mismo Señor Jesús nos
da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia
que tenemos todos los fieles cuando decide lavarle los pies a sus discípulos.
Celebramos el Amor de Cristo por todos sus discípulos –los de antes y los de
ahora—a quienes les lava los pies. Jesús, adoptando un papel de esclavo (sólo
estos lavaban los pies a los hombres libres) les muestra su amor y les da
ejemplo a los discípulos lavándoles los pies. Todos hemos de servir a los
hermanos y no esperar ser servidos. Profundicemos, con emoción, en este misterio
de amor que Cristo nos mostró hace más de dos mil años. Hoy no tendremos la
oportunidad de ver presencialmente al sacerdote lavar los pies a nuestros
hermanos, por eso hagamos un pensamiento real de a quienes lavaríamos hoy los
pies, ante quien nos arrodillaríamos para realizar este papel de esclavo y para
identifícanos con Jesús nuestro amigo y maestro.
Abramos, pues, nuestros corazones al
amor, dejemos nuestras diferencias y comencemos a seguir al Señor Jesús en
estos días fundamentales para nuestra Fe.
Hoy celebramos la alegría de saber que
esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un
por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue
"por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que
por "nosotros y por nuestra salvación".
Hoy la iglesia rompe la austeridad
cuaresmal cantando el "gloria": es la alegría del que se sabe amado
por Dios, pero al mismo tiempo es sobria y dolorida, porque conocemos el precio
que le costamos a Cristo. Sin embargo, predomina el gozo porque en el amor
nunca podemos hablar estrictamente de tristeza, porque el que da y se da con
amor y por amor lo hace con alegría y para dar alegría.
Hoy reservaríamos a Jesús sacramentado, al
Sacramento del Amor, para la comunión de mañana, en el Monumento que hemos
preparado. No existe monumento físico, pero que más grande y hermoso monumento
que nuestro corazón. Un corazón sensible y luminoso. Preparemos nuestro ánimo en
un momento de oración profunda y silenciosa.
HABLA
EL SEÑOR
Solo os pido que os améis;
no hacen falta otras leyes ni otros
ritos;
que os améis unos a otros,
que multipliquéis los encuentros, las
ternuras,
los abrazos y los besos;
solo quiero que os beséis,
y que pongáis en común lo que tenéis, lo
que sois;
que dialoguéis, os entendáis.
Solo quiero que os queráis.
Quiero amigos míos, que os sirváis,
que os lavéis los pies unos a otros,
que os acompañéis y os ayudéis a
caminar;
que os curéis mutuamente las heridas;
que os perdonéis
y que no dejéis a nadie solo.
daos el tiempo que haga falta.
Regalaos mutuamente algún detalle,
cosas, gestos…lo que más os cuesta
como signo de amistad y de presencia,
como yo hice con vosotros;
que lleve vuestra marca y vuestro
espíritu;
regalaos en todo a vosotros mismos,
como un pequeño sacramento
el amor es siempre gracia y presencia.
Ya solo vale el amor.
Pero como una condición,
una pequeña circunstancia
que debéis tener en cuenta:
que vuestro amor sea como el mío,
que os sirváis y que os améis,
como yo lo hice con vosotros.
Y nada más.
Amén
Sugerencia para hablar con Jesús en esta
noche
-
Dices, Jesús, que nos amemos y ¿sabes? ¡Nos amamos! Pero a nosotros mismos
-
Dices, Jesús, que nos amemos como Tú nos amas. ¡Cuánto cuesta hacerlo! Nuestro
querer es un cariño con cuentagotas, a pequeñas dosis y mezquino: amamos cuando
queremos, a quien queremos y cómo queremos
-
Nos dices que hay que dar la vida por los amigos. En eso, Señor, estamos
ciertos. Preferimos abrirnos a los cercanos, a los que nos comprenden, a los
que piensan como nosotros. ¿Son estos los amigos a los que Tú, te refieres?
Posiblemente no…
-
Nos llamas “amigos” ¿Pero lo somos?
-
Nos has enseñado el camino que conduce hacia la eternidad. El paraíso que se
alcanza con el amor. Nos has curado y alimentado, nos has infundido ilusión y
fortaleza.
-
“Amaos” Señor, déjanos ver y saber, contemplar y descubrir la fuente inagotable
de tu entrega y de tu amor. Sabemos que, en esta noche, algo grande va a
ocurrir. Aquí, en tu presencia Señor, se alza un misterio: un abrazo entre el
cielo y la tierra.
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