martes, 7 de abril de 2020


MARTES SANTO

Hoy teníamos la celebración penitencial para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua de Resurrección, el triunfo de la vida sobre la muerte, el triunfo del amor sobre el odio, el triunfo de la gracia sobre el pecado. Pero por este confinamiento no podremos reunirnos, entonces ¿cómo poder prepararnos espiritualmente para este acontecimiento? El papa Francisco nos lo dijo en 20 de marzo en la casa de Santa Marta
“Yo sé que muchos de vosotros por Pascua acudís a hacer la confesión para reencontraros con Dios, pero muchos me dirán: ‘Padre, ¿dónde puedo encontrar un sacerdote, un confesor?, porque no se puede salir de casa y yo quiero hacer las paces con el Señor. Yo quiero que Él me abrace... ¿Cómo puedo hacer si no encuentro sacerdote?”.
El Papa señaló: “Si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, Él es tu Padre. Dile la verdad: … Y pídele perdón, con todo el corazón, con el acto de dolor”. No obstante, esa confesión espiritual, para que sea efectiva, debe tener una promesa: confesarse con un sacerdote en cuanto sea posible”
Así pues, volvemos juntos al Padre, todos iguales y todos en la misma condición de aislamiento. Sintámonos comunidad, pidamos los unos por los otros, su gracia y su Espíritu que es fuerza y energía llegará a nosotros a nuestros hogares. Recordemos la parábola del hijo prodigo: Aquel hijo que se había ido con todo el dinero y lo había malgastado. Pero si el padre lo ve a lo lejos es porque lo esperaba. Salía a la terraza muchas veces al día durante, meses, meses, años, quizás, esperando al hijo. Y lo vio a lo lejos. Vuelve donde está tu padre. Él te espera. Es la ternura de Dios que te habla, especialmente en la cuaresma. Es tiempo de entrar en nosotros mismos, y recordar al padre y regresar al hogar. Regresar a Dios es regresar al abrazo del Padre. “Dios es capaz de transformarnos, es capaz de cambiar el corazón, pero es necesario dar el primer paso. Volver. No es ir donde Dios, es volver a casa”.

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