lunes, 25 de diciembre de 2023

2023 AÑO B TIEMPO DE NAVIDAD.

MISA DE MEDIANOCHE

Acabamos de escuchar la buena noticia de esta nochebuena. Jesús nació en Belén y sus padres lo acostaron en un pesebre. Estar delante del pesebre nos reconduce a Dios, volvemos a lo esencial, a las personas antes que las cosas. La sobriedad y el asombro ante el pesebre nos lleva a esa alegría que desborda el corazón, cuando se toca con la propia mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios.

Las personas antes que las cosas es lo que la Navidad debería suscitar en nuestras vidas. Personas sencillas, que como en el pesebre, nos postramos ante la extrema humildad del Señor, en una pobre gruta de Belén.

Este año se cumple exactamente 800 años, que San Francisco, en el pequeño pueblo de Greccio realizó el primer Belén viviente. Lo que ahora es una extendida tradición natalicia entre las familias cristianas, quería ser para el santo de Asís, una memoria del Niño que nació en Belén, suscitar con esa escena, el asombro ante la extrema humildad del Señor, ante las privaciones que sufrió, por amor a nosotros, en la pobre gruta de Belén.

No basta solo contemplar el misterio de la Navidad, es necesario una actitud religiosa de asombro. Asombro ante el abajamiento de Dios, el eterno se hace niño para que podamos acercarnos y abrazarlo, tocarlo, para que sintamos la ternura que aflora en lo más profundo del corazón. Esta realidad no tiene nada que ver con el consumismo desenfrenado, el consumismo de la Navidad. Esto dirige la atención hacia otra parte y le quita profundidad a la Navidad, dejando solo espacio para la fiesta.

Dios viene a habitar entre nosotros. Por eso es importante mirar el pesebre, porque nos ayuda a entender que es lo que cuenta y las relaciones sociales de Jesús, José y María y los seres queridos, los pastores. Las personas antes que las cosas. Y tantas veces ponemos las cosas antes que a las personas y así no funciona.

Los pastores se llenaron de alegría, esa alegría muy profunda y muy humana. A veces existe la tentación de divertirse sin alegría; de divertirse haciendo ruido, pero la alegría no está ahí. Es un poco como la figura del payaso, que ríe, hace reír, pero el corazón está triste. La alegría es la raíz de una sana diversión navideña. Porque esa alegría desborda el corazón cuando se toca con la propia mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios, que no nos deja solos, sino que consuela.

En la Navidad celebramos la cercanía de Dios, que es fuente de esperanza. Es el Evangelio vivo, un Evangelio doméstico. Por eso ante el pesebre, confiamos a Jesús lo que más apreciamos, también nosotros experimentaremos una alegría muy grande, una alegría que proviene precisamente de la contemplación, del espíritu de asombro que provoca este misterio. Vayamos a Belén. Que cada uno mire y dejar que el corazón sienta y se asombre ante el misterio de la Navidad.

Feliz Navidad a todos.

 

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