2023
AÑO B TIEMPO DE NAVIDAD.
MISA
DE MEDIANOCHE
Acabamos de escuchar la buena noticia de esta
nochebuena. Jesús nació en Belén y sus padres lo acostaron en un pesebre. Estar
delante del pesebre nos reconduce a Dios, volvemos a lo esencial, a las personas antes que las cosas. La sobriedad y el asombro ante el pesebre nos lleva a esa alegría que desborda el corazón, cuando
se toca con la propia mano la cercanía
de Jesús, la ternura de Dios.
Las
personas antes que las cosas es lo que la Navidad
debería suscitar en nuestras vidas. Personas sencillas, que como en el pesebre,
nos postramos ante la extrema humildad
del Señor, en una pobre gruta de Belén.
Este año se cumple exactamente 800 años, que San
Francisco, en el pequeño pueblo de Greccio realizó el primer Belén viviente. Lo
que ahora es una extendida tradición natalicia entre las familias cristianas,
quería ser para el santo de Asís, una memoria
del Niño que nació en Belén, suscitar con esa escena, el asombro ante la extrema humildad del Señor, ante las privaciones
que sufrió, por amor a nosotros, en la pobre gruta de Belén.
No basta solo contemplar el misterio de la Navidad,
es necesario una actitud religiosa de asombro. Asombro ante el abajamiento de Dios, el eterno se hace niño para que podamos acercarnos y abrazarlo, tocarlo, para que sintamos la ternura que aflora en lo más profundo del corazón. Esta realidad no tiene nada que ver con el consumismo desenfrenado, el consumismo de la
Navidad. Esto dirige la atención hacia otra parte y le quita profundidad a la
Navidad, dejando solo espacio para la fiesta.
Dios
viene a habitar entre nosotros. Por eso es importante
mirar el pesebre, porque nos ayuda a
entender que es lo que cuenta y las relaciones sociales de Jesús, José y
María y los seres queridos, los pastores. Las
personas antes que las cosas. Y tantas veces ponemos las cosas antes que a
las personas y así no funciona.
Los
pastores se llenaron de alegría, esa alegría muy profunda y muy humana. A veces existe
la tentación de divertirse sin alegría;
de divertirse haciendo ruido, pero
la alegría no está ahí. Es un poco
como la figura del payaso, que ríe, hace
reír, pero el corazón está triste. La alegría es la raíz de una sana
diversión navideña. Porque esa alegría
desborda el corazón cuando se toca con la propia mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios, que
no nos deja solos, sino que consuela.
En la Navidad celebramos la cercanía de Dios, que es
fuente de esperanza. Es el Evangelio
vivo, un Evangelio doméstico. Por eso ante el pesebre, confiamos a Jesús lo que más apreciamos, también nosotros
experimentaremos una alegría muy grande,
una alegría que proviene precisamente de la contemplación, del espíritu de asombro que provoca este misterio.
Vayamos a Belén. Que cada uno mire y
dejar que el corazón sienta y se asombre ante el misterio de la Navidad.
Feliz
Navidad a todos.
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