domingo, 24 de diciembre de 2023


 

Iba Dios buscando un manantial profundo y cristalino.

Anhelaba Dios, un manantial, que cuando diese agua,

más se llenase por dentro.

Quería Dios, un manantial, en el que al mirarse,

su rostro divino, sin dificultad alguna, se reflejase.

Añoraba Dios, un manantial, que fuese descanso y ayuda para la humanidad.

Pensaba Dios, en un manantial, obediente

y que se dejase tocar en sus entrañas.

Idealizaba Dios, con un manantial,

que, aun siendo pobre, al dar se hiciera rico.

Hambreaba Dios, un manantial, donde su poder estuviera

no tanto en la fuerza externa, cuanto en el empuje interno.

Y, un buen día, Dios atinó con ese manantial:

Acarició con su mano poderosa sus sencillos entresijos,

le habló con voz de enamorado,

sembró en él con amor de Padre.

Lo cuidó, como sólo Dios, sabe hacerlo.

Lo examinó en las dificultades para comprobar la consistencia de sus muros,

¿Queréis saber su nombre?

No lo penséis más.

El nombre de ese prodigioso y buscado manantial es: MARIA

De su profundidad y de su paz,

Por su obediencia y por su fe,

de su belleza y de su pureza,

por su transparencia y gigantesco corazón,

nos vendrá, en la noche de Navidad,

todo lo que Dios hizo en Ella: JESUS

AMEN

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