Tengo
ganas, Señor, de que el mundo se detenga:
que,
tanto hombre desesperado,
encontrase
en Ti la llave para ser feliz,
que,
miles de promesas no cumplidas,
sirvieran
para que, de una vez por todas,
entendiésemos
que sin Ti…nada…no es posible nada
Ayúdame,
oh Jesús, para cuando Tú llegues, me encuentres firme:
con
los ojos clavados en el cielo,
con
mi corazón encendido por la fe,
con
mis pies pisando en la dirección adecuada,
con
mis manos ayudando a sembrar esperanzas,
con
mi rostro iluminado por tu divina gracia.
Te confieso
que, frecuentemente,
caigo
en la somnolencia espiritual
Que, dioses
de cartón o de dulces deseos,
me
atrapan y me invitan a desertar de mi vigilancia.
Por
ello mismo, Señor,
porque
ni soy feliz ni estoy cómodamente situado,
Ayúdame
a ser y estar vigilante…esperando.
A
permanecer erguido, inquieto y en vela
aguardando
ese fantástico día en el que,
la
paz, ya no será un imposible,
en el
que, el amor, ya no será sólo poesía escrita,
en el
que, el hombre, ya no será un adversario,
Quiero
ser, hoy más que nunca,
vigilante
de tus promesas y de tu venida,
que
me mantengan despierto y
contento
el resto de mis días…hasta el momento de tu llegada.
¡VEN,
¡SEÑOR, JESUS! ¡TE ESTOY ESPERANDO!
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